La fábrica de aluminio de Avilés, propiedad de la multinacional estadounidense Alcoa, se halla en una "situación crítica" que ha llevado a un "deterioro del proceso productivo" y compromete "la viabilidad futura de la instalación". Este es el preocupante mensaje que ayer lanzó el comité de empresa de Alcoa en Avilés y que refleja tanto el malestar de la plantilla con la actitud "irresponsable" de la compañía como la creciente preocupación porque la planta, falta de inversiones y con las tareas de mantenimiento en mínimos, acabe inutilizada más pronto que tarde para su función original: fabricar aluminio.

Se trata de la enésima alarma que hacen sonar los trabajadores de Alcoa, si bien es cierto que esta vez no tiene que ver con el precio de la energía eléctrica -una espada de Damocles que pende sobre la aluminera y cada vez está más cerca de su yugular- sino con la estrategia de la propia multinacional, empeñada en ahorrar y reducir costes a unos extremos que los trabajadores ven suicidas.

El comité de la aluminera califica esa supuesta política extrema de ahorro, que afecta a todos los ámbitos productivos, desde las materias primas hasta la dotación de recursos humanos pasando por el mantenimiento y la contratación de servicios auxiliares, como "agresiva, lesiva y desleal" para los intereses de las plantas alumineras españolas (aparte de la de Avilés funcionan otra dos en San Ciprián-Lugo y La Coruña).

Fuentes sindicales de la fábrica de Avilés razonan del siguiente modo el deterioro del proceso productivo del que acusan a la dirección de Alcoa: el aluminio electrolítico se produce en cubas; el 33 por ciento de las mismas no tiene actividad desde comienzos de enero de 2012, cuando el anterior consejero delegado reordenó la producción de la multinacional en todo el planeta y la planta de Avilés tuvo que recortar producción con el fin de conseguir elevar el precio del metal por la vía de la reducción de oferta; el recorte de producción en las cubas incentivó una política de ahorro que consiste, entre otras cosas, en no arreglar las cubas averiadas pero sustituir su producción por una de las que no tienen actividad. Esto al final se traduce, dicen los representantes sindicales, en un número muy elevado de cubas averiadas y, por tanto, en la destrucción de los elementos de producción.

Todas estas reclamaciones han sido trasladadas al jefe de la planta de Avilés, Javier Menéndez, "en numerosas ocasiones", pero la dirección no las ha tenido en cuenta. Por ello, el comité quiere ahora que el presidente de Alcoa España, Rubén Bartolomé, y el vicepresidente de operaciones de la multinacional en Europa, Kai Rune, aclaren cuál es el plan de futuro para la empresa. Y si las explicaciones no son convicente, avisan los sindicatos, se comenzrá a hablar de ir a la huelga.