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ALEXANDER OSOKIN | CHELISTA Y EXMIEMBRO DE LOS "VIRTUOSOS DE MOSCÚ", SE VA A JUBILAR COMO PROFESOR DEL CONSERVATORIO DE AVILÉS

El estajanovista del violonchelo

Formado en Moscú a la sombra de Rostropóvich y Shostakóvich, el músico que vino del frío hace planes de futuro en Asturias

Alexander Osokin, reflejado en el espejo de una de las aulas del Conservatorio donde estos últimos años ha impartido clase de violonchelo. M. VILLAMUZA

La histórica cumbre chino-soviética escenificada en la foto que se hicieron Iósif Stalin y Mao Zedong, la entrada de la Unión Soviética en el club de países poseedores de la bomba atómica, la aplicación de la censura zhdanovista a artistas de la talla de Serguéi Eisenstein (cineasta) o Dmitri Shostakóvich (músico), primeros años de la Guerra Fría...

Esas y otras muchas cosas centraban la atención de los moscovitas en 1949, el año que vino al mundo en la capital de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) Alexander Osokin, nacido en una familia que vivía de y por la música: padre compositor (Mijaíl Osokin) y madre violonchelista y profesora (María Osokina). Era imposible que aquel niño familiarizado con los instrumentos musicales desde que empezó a gatear y poseedor de un privilegiado oído musical que luego fue convenientemente pulido en la muy selecta Escuela Central de Música del Conservatorio Tchaikovsky de Moscú no acabara encarrilando su vida, siempre con el violonchelo a cuestas, por la senda de la llamada "música culta". Como si estuviera predestinado.

Lo que nadie podía prever en aquel gélido Moscú -y no sólo por la temperatura, sino también por la frialdad de la posguerra- es que Osokin acabase afincado en Asturias, enamorado de esta región tan distinta a su ciudad natal y dando clases en el conservatorio de una modesta ciudad de provincias llamada Avilés con el mismo entusiasmo que si tutelara a los jóvenes valores de la siempre prestigiosa cantera musical rusa. Pero así fue y bien que lo celebra el chelista y docente, que ya está pensando en jubilarse de lo segundo. Pronto va a colgar la tiza, que no el arco del violonchelo ni la docencia en ámbitos restringidos: dará clases magistrales a demanda y mantendrá su colaboración con el centro musical Katarina Gurska de Madrid.

Alexander Osokin es un hombre orgulloso de haber enseñado a amar la música a centenares de alumnos; él que tuvo el privilegio de crecer artísticamente junto a maestros de la talla de Mstislav Rostropóvich y Dmitri Shostakóvich, entre otros, da la máxima importancia a la creación de un clima académico propicio para que florezca el talento "a veces guardado tan adentro de los niños que es muy costoso sacarlo a la luz", según asegura al maestro.

Su lema como educador siempre ha sido que no se puede aprender música desde el sufrimiento; es decir, sus clases suelen estar marcadas por el placer, el placer de aprender a "hablar" el idioma universal de los hombres, ese capaz de generar las mismas emociones en Tokyo, Moscú o Nueva York, por citar tres grandes capitales en las que Osokin ha tocado en su etapa como concertista. Ese es el Alexander Osokin estajanovista, el virtuoso del violonchelo empeñado en ir siempre un paso más allá, ya sea en la búsqueda de la perfección de una armonía o en mejorar la capacidad técnica de un alumno. Osokin cree, modestia aparte, que ha ayudado a subir el nivel musical en Asturias y lo cierto es que once de sus alumnos avilesinos tienen diplomas de primeros premios en concursos de gran relevancia y alguno incluso se ha abierto camino como profesional del chelo.

Llegó un día de 1990 a Asturias junto con los demás miembros de la orquesta "Virtuosos de Moscú" para cumplir un contrato con la entonces Fundación Príncipe de Asturias. Y aquí acabó su peregrinar artístico por el mundo. En Avilés sentó cátedra y aún le queda cuerda para rato.

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