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El Niemeyer busca revitalizar la torre con usos hosteleros tras un año infrautilizada

El concesionario de la cafetería y el centro cultural negocian cambios en la gestión del mirador, que acumula varios fracasos empresariales

La torre mirador del Centro Niemeyer. MIKI LÓPEZ

La dirección del centro Niemeyer y el empresario del servicio de cafetería del complejo cultural, Venancio Souto, quieren revitalizar la torre mirador, una construcción infrautilizada desde hace más de un año, cuando cerró el restaurante. Ambas partes han iniciado contactos para "acertar" con la gestión de una de las asignatura pendientes del complejo cultural (en seis años, ha tenido cinco responsables). "No podemos abrir para después cerrar", señala el contratista de la cafetería. Souto no especifica por dónde irán los tiros, pero sí dice que no será "hasta el invierno", como pronto, cuando la singular edificación recobre vida. "Estamos cerca de volver a tenerla a pleno rendimiento", apunta el empresario, a preguntas de este diario.

La torre mirador fue durante años uno de los atractivos más singulares del contrato de hostelería del Niemeyer. Los primeros gestores de la Fundación del centro quisieron abrirla a cocineros con estrellas Michelin y también a guisanderas de restaurantes rurales. La idea era acercar la gastronomía al arte. Esas pretensiones, sin embargo, quedaron en nada. Desde entonces, todo ha sido un fluir de ideas: un restaurante de lujo, una coctelería, una casa de comidas con menú del día y, ahora, 14 meses a medio gas.

El 6 de mayo de 2016, Souto tomó las riendas del negocio hostelero del Niemeyer, que antes habían gestionado empresarios como los Morán o el cocinero Koldo Miranda. Hasta ese momento, el contrato de hostelería permitía explotar tanto la cafetería, en el edificio administrativo, como la torre mirador. Sin embargo, la Fundación decidió el año pasado, por primera vez, asumir como propia la gestión de la torre y dejar en manos del hotelero sólo la cafetería.

Desde entonces, la torre ha tenido poco uso: acoge los desayunos cardiosaludables que promueve la Cofradía del Colesterol y también algunas actividades generadas por el vivero de empresas La Curtidora (una de ellas, un encuentro con "youtubers" asturianos). Además, también ha sido escenario de alguna rueda de prensa (la de Boris Izaguirre, a propósito del Festival LGBTIQ). "Y es parte de la rutas de las visitas guiadas al centro", indican desde la Fundación. Pero poco más. Por eso, muchos turistas lamentan el estado de semiolvido que padece este emblema avilesino. Una situación que no variará durante unos cuantos meses más, a la espera de que lleguen los cambios.

Souto hace balance tras catorce meses al frente de la cafetería, pero sin torre. "Este año y pico no ha sido malo. Nos metimos en algunos gastos extraordinarios, pero confiamos en este negocio", explica el hostelero. "Esperamos que mejore. Cuando llegamos se nos echaron encima un montón de fiestas. Ahora, la cosa es distinta: tenemos un nuevo curso por delante. Vamos a hacer uno o dos eventos para traer gente a la cafetería con el fin de enfocar el invierno", prosigue.

"Cada día que pasamos en el Niemeyer es una experiencia. Trabajamos con gente maravillosa", añade el hostelero, que admite, sin embargo, que la espina que tiene clavada sigue estando a 13 metros de altura. "No es lo mismo comer en una cafetería que hacerlo en un restaurante con esas vistas", asegura. De ahí los contactos que inició hace ya unas semanas con la dirección de la Fundación que, a fin de cuentas, es la encargada de gestionar uno de los edificios más singulares de la comarca y que tiene que hacerlo con un presupuesto destinado a acabar con las deudas generadas por los primeros gestores del complejo cultural, ahora en los tribunales.

La empresa de Venancio Souto da empleo a cinco personas en verano. "En invierno, únicamente a dos. Hay un día de cierre y la afluencia de público es menor", señala el empresario, que llegó al Niemeyer con dos ideas en mente: pasar la página de la convulsa relación entre la dirección de la Fundación con las anteriores subcontratas y poner su local en el epicentro de la hostelería de Avilés. Para esto segundo, dispone de una terraza estival extendida en la plaza abierta del complejo. Una plaza presidida por la torre mirador, todo un símbolo de la cultura en la ciudad y en el resto de Asturias, con más de 150 metros cuadrados de superficie en su parte alta que piden a gritos unos mejores usos.

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