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El terror de las palomas

El búho de terracota con el que un bar de la calle José Cueto combate la presencia de aves llena de expectación la terraza

"Serafín II", apostado en una mesa del bar de la calle José Cueto. RICARDO SOLÍS

-Mira mamá, un búho.

-Calla hijo, siempre estás con tonterías.

-¡Que no, mamá, que es un búho de verdad!

El niño de esta escena callejera casi tiene razón. En efecto, hay un búho en Avilés, pero no es de verdad sino que se trata de una reproducción en terracota; muy veraz, pero estático. Se encuentra en la terraza de un bar de la calle de José Cueto, reposa encima de una mesa esquinada y la razón de su presencia es ahuyentar a las palomas que, como bien saben los hosteleros, son una grave molestia por su costumbre de buscar alimento entre los restos de las consumiciones de la clientela.

La colocación de este búho fue iniciativa del dueño del bar, Manuel Ángel González Arias, a raíz de su desesperación en la lucha contra las palomas y el atinado comentario de un cliente: "Usa la cabeza Manolo, ponles un pájaro que las espante". O sea, valerse de la sabia naturaleza para afrontar un problema de carácter ornitológico. No es nuevo el uso de rapaces como el búho para poner a raya a otras especies: lo hacen los aeropuertos con las bandadas de aves migratorias, el vertedero central de Asturias con las gaviotas y ciertas ciudades españolas para contener la presencia de palomas en sus cascos antiguos.

La pionera en Asturias de esta técnica fue Du Pont. Cuando la multinacional estadounidense abrió su complejo de Tamón, los trabajadores de sus oficinas veían estupefactos cómo los pájaros se estampaban en su vuelo contra las grandes cristaleras de las oficinas, incapaces de percibir la existencia de los cristales. La solución vino en forma de pegatinas; siluetas de rapaces en vuelo fueron recortadas y pegadas en las vidrieras y desde entonces los pájaros ni se acercan.

El búho de la calle José Cueto se llama "Serafín II" en honor a Serafín, un cliente habitual del bar que, en cierta ocasión, demostró una habilidad fuera de lo normal para capturar las palomas que, de aquella, incluso se colaban dentro del establecimiento. "Nadie coge a las palomas con la rapidez y limpieza que lo hace Serafín; por eso bautizamos el búho con su nombre", explica Marcos González, uno de los camareros del local. Y sí, como el nombre indica hubo un "Serafín I", pero desapareció: "Se ve que a alguien le gustó el búho y se lo llevó para casa. Para prevenir tentaciones, a este lo hemos cargado de peso", explica el hostelero.

¿Y realmente es eficaz "Serafín II" en su papel de ahuyentador de palomas? Pues relativamente. Es cierto que conquista la curiosidad de la clientela, en especial la de los niños, pero de cara a las palomas, no se acaba de ganar el sueldo. "En cuanto una se envalentona no hay nada que hacer, la bandada entera se confía y 'pasan' olímpicamente de 'Serafín'", admite Marcos González. Y es que, según estudios científicos realizados, la principal arma defensiva de las palomas frente a sus depredadores es... su inteligencia.

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