Siete minutos es el tiempo que necesitan los oftalmólogos Renata Fao Cubero y Juan Carlos Gómez del Blanco para cambiar la vida de un paciente. Ambos facultativos son los responsables de las operaciones de cataratas en el Hospital de Avilés, que cuenta con un convenio con el área sanitaria avilesina para la atención de esta patología. Es el tipo de cirugía más habitual a nivel mundial, y sólo en este centro sanitario se practican 1.000 al año, a las que hay que sumar prácticamente otras tantas en el San Agustín. La diferencia entre ambos es que el Hospital de Avilés está especializado en esta patología y no atiende otro tipo de problemas del ojo.

"La prevalencia es muy alta: a los 80 años más del 90 por ciento de las personas tienen en mayor o menor medida cataratas", explica Gómez del Blanco. Esto se traduce en que prácticamente todas las personas que alcanzan una edad avanzada se operan de esta patología. "El aumento de la calidad y de la esperanza de vida hace que esta patología desborde los recursos del sistema, que se tiene que adaptar", añadió. Y es que antes las personas aguantaban más sin ver correctamente, pero ahora ya no. "Los requerimientos visuales son cada vez más altos, llevar una vida dinámica y activa requiere tener una buena visión".

La doctora Fao Cubero destaca cómo este tipo de operación transforma la vida. "Es una cirugía muy beneficiosa para el paciente, cambia su vida completamente de la noche a la mañana. Nos produce una satisfacción enorme". Los pacientes ya salen del hospital con el ojo destapado, aunque con gafas de sol, y durante dos días tienen que someterse a un tratamiento con gotas, pero pueden hacer vida normal, aunque no retomar una actividad agraria o en determinados contextos industriales de forma inmediata.

Hace 20 años se produjo el gran cambio tecnológico que facilitó solventar esta patología. Fue cuando se pasó a operar con aparato de ultrasonidos, popularmente conocido como láser. Sin embargo los oftalmólogos advierten de que no se puede banalizar la importancia de la operación por el uso de esta técnica. "A veces los pacientes consideran que una operación con láser es poco menos que una luz que cura. No es así. Hay que entrar en el ojo para hacer la cirugía", advierte Fao Cubero. Y eso supone que siempre puede haber riesgo de infección, aunque se toman unas medidas de prevención muy importantes, a base de antibióticos, y la incidencia de complicaciones es bajísima.

Los doctores realizan en el ojo dos incisiones, una a cada lado del iris: una de dos milímetros y otra de medio milímetro. Y a través de ellas se realiza la intervención, que consiste en llegar a la parte anterior de la catarata, realizar un círculo perfecto, deshacer con los ultrasonidos el núcleo del cristalino y aspirarlo. En el "saco vacío" que queda se suspende una lente monofocal. "A todo el mundo se le pone esta lente, un cristalino artificial, incluso aunque no fuese necesario por las dioptrías porque confiere estabilidad al ojo", apunta Gómez del Blanco. Eso supone que en la mayor parte de los casos los pacientes salen de la operación con mejor vista (al margen de la eliminación de la catarata), siempre y cuando el ojo esté sano.

Una catarata es, afirman los doctores, una pequeña estructura similar a una lenteja. "Tiene una piel por fuera, transparente, y por dentro tiene una especie de harina", explica Fao Cubero. La principal dificultad es que cuanto más recorrido tiene una catarata se va secando y puede llegar a ser muy dura, difícil de extraer. Hay cataratas de varios tipos, aunque las más habituales son las seniles: de hecho el grueso de los pacientes que acuden a operarse tienen entre 70 y 85 años. No obstante puede haberlos mucho más jóvenes. Y es que hay otras causas: genes, traumatismo, efectos secundarios de medicaciones...

Estos oftalmólogos emplean entre 5 y 10 minutos por operación, que incluye la aplicación de anestesia con gotas en el ojo. Para que los pacientes mantengan los párpados abiertos se cubre con un plástico las pestañas y se usa una pinza para abrir el ojo, sobre el que se enfoca la luz del microscopio. "Lo tenemos todo protocolarizado ya desde hace muchos años, sabemos controlar muy bien los tiempos", apunta Fao Cubero. En caso de claustrofobia es necesario recurrir al anastesista, y también si un paciente tiene pulsaciones mayores de lo normal o se produce un cambio de tensión importante. Eso sí, nunca recomiendan la operación de los dos ojos a la vez: es la mejor forma de evitar que una improbable infección afecte a los dos ojos y también permite recalcular, para el segundo ojo, la lente que se instala y afinar así al máximo la visión.