Un trágico despiste de las personas que lo estaban cuidando propició el ahogamiento, ayer por la tarde, del niño praviano de cinco años Izan Álvarez Pérez en la piscina al aire libre de la granja-escuela Palacio de la Bouza, en Riberas de Pravia (Soto del Barco). El menor fue hallado inconsciente flotando por una trabajadora del complejo a las 16.30 horas e inmediatamente se dio aviso a los servicios de emergencia y la Guardia Civil. En un primer momento, un monitor que cuidaba de otro grupo de menores oyó gritos y corrió al lugar. Al ver el cuerpo, se tiró al agua, lo sacó y realizó maniobras de reanimación, que resultaron inútiles, en medio de gritos de desesperación. Minutos más tarde quedó confirmado el fatídico desenlace de lo que debía haber sido una plácida jornada de asueto estival: el pequeño había muerto.

Según manifestaron a este diario personas próximas al círculo familiar de Izan Álvarez Pérez, los padres del niño lo habían llevado a la granja-escuela Palacio de la Bouza a primera hora de la mañana para que pasara un día disfrutando de las actividades veraniegas que oferta el recinto, como en jornadas anteriores. La misma fuente indica que la madre, embarazada de seis meses, se hallaba en el complejo cuando trascendió el ahogamiento de su hijo. Debido al shock que le produjo la noticia y a su avanzado estado de gestación, horas más tarde fue llevada al Hospital San Agustín de Avilés para tratar su crisis emocional y estabilizarla.

La hipótesis que cobró cuerpo durante la tarde apunta a que el menor, al que acompañaban unas primas, se entretenía con juegos diversos minutos antes de su muerte. El baño en la piscina no estaba entre los divertimentos previstos, pero por alguna causa que nadie logró aclarar ayer y que los agentes de la Policía Judicial y de la Guardia Civil desplazados al lugar tratarán de averiguar en las próximas horas, el niño se metió en la piscina y pereció dentro. "Es incomprensible; a Izan no le gustaba nada el agua", manifestó uno de los amigos de la familia que acudió a La Bouza para interesarse por lo ocurrido.

El recinto de baños de la granja-escuela está protegido por una valla perimetral que lo aísla del resto del recinto y tiene un único portillo como acceso. Asimismo, dispone de dos vasos, uno de dimensiones reducidas pensado para el baño de bebés y niños pequeños, y otro de unos 25 por 10 metros, más profundo, que fue en el que se ahogó Izan Álvarez Pérez.

Una vez que el personal sanitario confirmó la muerte del menor, los investigadores interrogaron al personal de la granja-escuela y recabaron pistas sobre el terreno. A falta de un relato claro de los hechos, la hipótesis de trabajo que se estableció fue una probable caída del niño al agua en un momento de despiste de los monitores al cargo de los pequeños y su ahogamiento por falta de conocimientos para nadar. No obstante, ninguna fuente oficial quiso avanzar ayer datos concretos de lo ocurrido. "De momento son todo conjeturas", manifestó uno de los agentes de la Benemérita desplazados al lugar.

Una vez que la trágica noticia trascendió, la conmoción se apoderó del personal de la granja-escuela Palacio de la Bouza, de las decenas de niños que estos días disfrutan de la estancia vacacional en el complejo -algunos de los cuales fueron testigos del drama- y de los vecinos de Riberas y de Pravia, donde viven los padres de Izan Álvarez Pérez. Llorosos y con rictus de preocupación, los empleado de la granja declinaron comentar lo ocurrido. Tampoco la dirección del complejo facilitó su versión. Avanzada la tarde, llegó al recinto un abogado que dijo representar a la empresa y que también optó por guardar silencio.

La granja-escuela de La Bouza, habitualmente bulliciosa y poblada por decenas de niños correteando por sus prados, enmudeció ayer con la muerte de Izan Álvarez Pérez. Los críos apuntados a los campus estivales fueron llevados a estancias comunes del complejo para alejarlos del foco de la investigación y tratar de mantenerlos ajenos a la desgracia. Durante la tarde, algunos padres de esos pequeños, enterados del suceso, acudieron a la residencia para interesarse por el estado de sus hijos. Los familiares de Izan Álvarez Pérez eran los únicos que rompían el sepulcral silencio con gritos en algunos momentos desgarradores.