La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

JORGE MARTÍNEZ RODRÍGUEZ | Cura asturiano secularizado, activista social en Centroamérica

"No merece la pena gastar cartuchos en arreglar este mundo, hay que cambiarlo"

"Si las ONG no tienen objetivos claros para transformar la realidad, mejor que no existan porque lo que harán entonces es apuntalar el sistema"

Jorge Martínez Rodríguez. RICARDO SOLÍS

La riada de solidaridad que Cáritas de Llaranes lleva quince años encauzando hacia Guatemala tiene como contraparte en aquel país a la ONG Servicios Ecuménicos de Formación Cristiana en América (Sefca), entre cuyos fundadores se cuenta al sacerdote asturiano -ahora secularizado- Jorge Martínez Rodríguez (San Martín de Oscos, 1937). De vacaciones estos días en Asturias, este inquieto activista por las causas sociales visitó ayer Llaranes acompañado por otras de las promotoras de Sefca, Bertha Sandoval, para explicar los frutos de los proyectos que financia en Guatemala el dinero recaudado cada año en Llaranes y exponer con conocimiento de primera mano la situación de la inmigración en Centroamérica y los pasos que deberían darse para lograr una sociedad más justa.

- ¿Cómo fue su infancia? ¿Determinó de algún modo la sensibilidad social que acabó por marcar su vida?

-Soy uno de los siete hijos que tuvieron mis padres, gente muy humilde, arrendatarios de tierras que por no tener no tenían ni casa. Fui al seminario en el marco de la campaña de captación de vocaciones que por aquellos años de la posguerra fomentó el Arzobispado. Las inquietudes sociales me acompañaron desde joven, en mis primeros años de sacerdocio en Asturias ya colaboré en la fundación de la Unión de Campesinos de Asturias (UCA).

- ¿Qué le llevó a ejercer la labor pastoral en América en 1979?

-Dos cosas: la entrada de España en la Unión Europea y el movimiento surgido en Francia por esa época de los curas obreros.

- Explíquese, por favor.

-La entrada en la Unión Europea, tal y como temía entonces, fue ruinosa para el campo asturiano; ye le dije que en esos años estaba en la onda de UCA haciendo un esfuerzo muy grande para cambiar las cosas y las imposiciones de la UE fueron un mazazo tremendamente desalentador. Respecto a lo de ser cura obrero, ya lo había practicado años antes -contador, vendedor de libros, maestro...- y me planteé que entrar en competencia con otros opositores para sacar una plaza de profesor era un camino muy arduo, que mejor podría servir a esa vocación docente en otro país donde hubiera necesidades... Y me fui a Guatemala con la aprobación del por entonces Arzobispo, Gabino Díaz Merchán.

- A los pocos meses de su llegada a Guatemala tuvo que huir...

-En efecto, antes de un año se desató una terrible represión de lo militares y comenzó una matanza de sacerdotes, incluso intentaron asesinar al obispo. Ponían nuestros sombres en pasquines pegados en los postes de la luz animando a que cualquiera nos pegara un tiro. Fue terrible. Hubo que cerrar la diócesis y retirarnos a otros países, yo en concreto a Nicaragua, donde el año anterior había triunfado la revolución sandinista; nos recibieron con los brazos abiertos, como a héroes, y trabajé dos años y medio en un proyecto gubernamental de enseñanza.

- ¡Menuda toma de contacto violenta que tuvo con la realidad centroamericana!

-Había conocido en España la represión franquista y lo que viví en Guatemala no era comparable. Aquí, con Franco, había al menos un orden; te podía gustar o no, pero fruto de ese orden sabías que determinada acción provocaría la consiguiente reacción. Las cosas eran previsibles y eso te hacías ser más o menos responsable, podías medir el impacto que tendría la estrategia a desplegar. En Centroamérica no, allí nunca podías anticipar las consecuencias de tus acciones; lo más insignificante podía suponer hasta tu muerte. Esa inseguridad me produjo un gran shock.

- Finalmente acabó en México, donde ahora vive.

-Seguí la senda de los migrantes guatemaltecos; después de a los curas empezaron a matar indiscriminadamente a la gente y ese terror causó un gran éxodo. Estuve nueve años en Chiapas.

- ¿Qué inspiró la fundación de Sefca en 1992?

-Había comenzado el retorno de los refugiados a su Guatemala natal y pensamos que era preciso colaborar para ordenar ese proceso e incluso aprovecharlo para revertir ciertas estructuras indeseables. El problema era definir en calidad de qué volver, por eso fundamos una ONG.

- ¿Con qué objetivos?

-Nadie estaba contento en Guatemala, ni los que habían "perdido" ni los que habían "ganado". La pregunta que flotaba en el ambiente era ¿para qué hemos derramado tanta sangre? Nos propusimos rehabilitar las comunidades a través de encuentros donde la gente hablaba con libertad, compartía sentimientos y vivencias y rebrotaba la esperanza.

- Sefca se define hoy como "una organización que pretende impulsar la transformación sociocultural, política y económica de los territorios mediante fórmulas de equidad, soberanía alimentaria, promoción de los jóvenes y empoderamiento de las mujeres". Suena casi revolucionario.

-Si las ONG no tienen objetivos claros de transformación de la realidad, mejor que no existan porque lo que harán entonces es apuntalar el sistema. Esto es un pilar clave de la cooperación: debe estar orientada a objetivos transformadores de la sociedad. Llevar el agua a una comunidad está bien, pero aprovechar esa circunstancia para hacer ver que el agua es un derecho y lograr que la gente lo reivindique es aún más importante.

- No todas las ONG se mueven en esos parámetros.

-Hay muchas ONG que actúan como frenos de la transformación del sistema porque están a su servicio. El Banco Mundial da dinero a decenas de ellas. ¿Acaso esto no es una ironía? ¿Qué van a hacer esas ONG? Pues suavizar -que no eliminar- las contradicciones sociales, poner paños calientes.

- Intuyo que su persona debe resultar ingrata a ojos de los poderes establecidos en los territorios deprimidos donde trabaja.

-Primero tratan de ganarte para su causa y si eso fracasa, se te enfrentan. Son medios caciquiles que te ayudan mientras estés en la línea asistencial; en cuanto planteas proyectos transformadores la cosa cambia.

- ¿Qué opina de la postura oficial de la Iglesia ante la crisis?

-No sólo la Iglesia me defrauda, ¿qué hacían las izquierdas esperando a ver qué dice el Banco Mundial? El único ramalazo de esperanza lo concebí con la elección del Papa Francisco, al que considero el mayor revolucionario contemporáneo por su discurso sobre el medio ambiente, los refugiados y el capitalismo salvaje. Pero, ¿ha visto usted que las bases de la Iglesia hayan hecho eco a esas palabras? No, claro. Y esto es muy grave porque se corre el peligro de que la esperanza que alienta Francisco sobre un mundo diferente se diluya en cuanto llegue otro Papa.

- ¿Persiste en México el temor al discurso antimigratorio de Donald Trump, el vecino del Norte?

-Lo que hay es un gran descontento por su actitud: un día dice una cosa y al siguiente, otra diferente. Más que miedo en México, hay terror en las comunidades de inmigrantes de Estados Unidos. Y es que, pese a haber descendido en estos meses el número de deportados en comparación con la Administración de Obama, lo que hay con Trump, que es un bruto, es pavor por la psicosis que generan sus palabras amenazantes.

- ¿A dónde irá el mundo si persisten o se agravan incluso las brechas de renta y riqueza entre ciudadanos, comunidades y países?

-Este mundo no tiene futuro, y no es que sea pesimista. Lo que yo creo es que no debemos gastar los cartuchos en remediar un mundo sin futuro, sino intentar generar otro alternativo; éste, tal y como está montado, tiene los días contados porque, a diferencia de otras épocas, el capitalismo salvaje carece de frenos y galopa cual caballo desbocado. De ahí que insista mucho en que la cooperación debe ser un factor de transformación en vez de un bálsamo paliativo.

Compartir el artículo

stats