Hace 38 años que Jorge Martínez, sacerdote asturiano secularizado, abandonó La Corrada rumbo a América. Las ideas y el cariño que sembró entre los jóvenes sotobarquenses, hoy adultos y hasta abuelos, sigue igual de vivo que cuando en 1979 hizo las maletas rumbo a Guatemala. Así quedó demostrado en la comida que le organizaron ayer los vecinos de esta parroquia sotobarquense antes de su regreso a México, donde reside en la actualidad. "Nos unió a todos y tiene un corazón inmenso", repetían los comensales. El homenajeado lleva grabado Soto del Barco en el corazón: "El paso por La Corrada marcó mi vida y la cambió para siempre".

Jorge Martínez Rodríguez (San Martín de Oscos, 1937) se inició en la localidad sotobarquense como cura obrero. Ejercía de sacerdote pero no vivía de la Iglesia, sino que tenía como sustento un empleo civil. Trabajó "de todo": como contable en una panadería, pese a no tener "ni idea de contabilidad", de vendedor de libros y como maestro. Le encantaba la enseñanza. "Eso marcó la diferencia entre la parroquia de La Corrada y el resto. Ver que yo no cobraba nada de la Iglesia influyó mucho, me vieron como uno más y con los jóvenes de aquel tiempo organizamos una pastoral juvenil muy comprometida", explicaba ayer orgulloso.

Entre esos jóvenes se encontraba el ahora alcalde de Soto del Barco, Jaime Menéndez Corrales, que acudió a la cita en el Palacio de La Magdalena recién llegado de viaje. "Jorge nos marcó a todos los que estamos aquí. Fue el que me inculcó el interés por los temas sociales y estoy en política en gran parte por sus consejos y la forma de entender la vida que me transmitió", aseveró el regidor.

Corrales tocaba el teclado en aquel grupo juvenil de La Corrada que impulsó Jorge Martínez. El cirujano Jorge Baldonedo tocaba la guitarra y Miguel Fernández ponía la voz. "Empezamos haciendo un grupo de música para tocar por las parroquias y veníamos a ensayar con las alumnas del colegio. Jorge fue como un punto y aparte, una persona muy liberal para su época, un cura que se preocupaba por todo el mundo. La gente que no iba a la iglesia esperaba a que acabara la misa para ir con él a echar la partida al bar. Consiguió que la juventud estuviese unida, él fue el eslabón", destacó Fernández. Dicen que el mérito de la relación entre La Corrada y el Colegio de Formación Profesional Santa Bárbara es también de este cura tan querido. Tres javerianas que impartieron clase en el centro del Bajo Nalón y que viven fuera de Asturias (la directora Mercedes Gou y las profesoras Isabel González y Enriqueta Torres) también acudieron al encuentro de ayer en el Palacio de La Magdalena. "Lo que soy y se lo debo a él", aseveró Gou, emocionada con el reencuentro. "Llevábamos tantos años sin verle... Hemos estado muy unidas a él", añadió Torres.

Entre los comensales también había alumnos de Martínez Rodríguez, entre ellos Estrella Pérez: "Recuerdo que yo tenía muchas ganas de leer a Marx, pero en aquellos tiempos era muy difícil conseguir alguno de sus libros. Jorge me mandó leer a Camilo Torres antes que a Marx y aquellos libros me marcaron. Él no te negaba la realidad, te abría los ojos. Era un gran profesor".

Pero las ideas progresistas del cura obrero no gustaban a todos en aquellos tiempos de dictadura franquista. "En la parroquia había dos bandos. En aquellos últimos años de franquismo condenaron a muerte a tres de la ETA. El Día de la Exaltación de la Cruz hablé en contra de la pena de muerte en la Iglesia. Expuse que esa condena no resolvía los problemas. También condenaron a muerte de forma errónea a Sócrates y Jesús. Me denunciaron por exaltación del terrorismo y Franco había declarado el Estado de Excepción. Fue terrible. Lo único que había hecho era hablar sobre la pena de muerte", relató con todo detalle.

El sacerdote sabía que su "única salvación era el pueblo", y éste no le abandonó: "Se comprometieron a defenderme y a ser testigos de lo que en realidad había dicho en el púlpito". El sacerdote quedó en libertad y su caso quedó finalmente archivado con las amnistías que sucedieron a la muerte de Francisco Franco. Muchos de esos jóvenes que le apoyaron entonces compartieron ayer mesa y mantel con el cura de La Corrada, que ha pasado el último mes y medio de vacaciones en Asturias. El martes regresa a México con la maleta cargada del cariño de aquellos jóvenes de La Corrada y de las profesoras del Colegio Santa Bárbara que no le olvidan.

Pese a aquella denuncia, el cura se quedó diez años en la parroquia sotobarquense que tanto le ha marcado. En La Corrada siempre estará su casa.