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Turismo "low cost": hacerse pasar por peregrino para hospedarse a bajo precio

"Los que vienen hartos de caminar te piden un vaso de agua; los que no, la contraseña de internet", explica el gerente del albergue de Castrillón

Los peregrinos italianos Giovanni Frova y Gabriel Foresti, ayer, en el albergue de San Martín de Laspra. M. VILLAMUZA

La proverbial picardía española ha desarrollado un nuevo sistema para alojarse en vacaciones con el menor gasto posible. En estos tiempos de carteras exiguas, la nueva moda lleva a los viajeros con bajos presupuestos a hacerse pasar por peregrinos para conseguir hospedaje en los albergues de la zona, cuyos precios de alojamiento están muy por debajo de las tarifas ordinarias de cualquier hotel. José Antonio González, propietario del albergue de peregrinos de San Martín de Laspra, asegura que esta técnica "canta" al primer vistazo: "Los peregrinos que vienen reventados de caminar te piden un vaso de agua en cuanto llegan; los que están de paseo, te preguntan por la contraseña de la wifi y se largan a la playa".

González lleva poco más de un año acogiendo a peregrinos del Camino de Santiago en el concejo. "Es una de las mejores decisiones de mi vida, he conocido a gente maravillosa, escuchado experiencias increíbles. No cambiaría este trabajo por ninguna otra cosa", asegura. No obstante, en estos meses de verano ha empezado a ser consciente de las peculiares artimañas de los turistas "low cost". "Es algo muy obvio por la actitud de cada uno. Un peregrino te agradece que le dejes una sartén; un turista, te recrimina que no tengas aceite de oliva virgen extra para su ensalada", comenta. Destaca, además, la gran "amabilidad" general de los peregrinos. "Se notan que están de ver mundo, se ayudan mucho entre ellos. Si uno se rasguña le bombardean con una lluvia de tiritas. Tienen un espíritu fraternal maravilloso", alaba.

Este espíritu del peregrinaje contrasta con la del viajero que, pese a tener su credencial de peregrino, "se nota que no le interesa demasiado la ruta hasta Santiago". "Vienen con zapatos nuevos y en coche, dicen que mañana empiezan la ruta pero al día siguiente el coche desaparece. Van a su bola, se nota un montón. No ayudan a otros hospedados ni se relacionan con ellos", asegura. No obstante, González entiende su postura. "Yo comprendo que la economía actual te hace ser más ingenioso. Nunca negaré cama a quien me presente una credencial de peregrino. Pero vaya, que notar se nota", asegura el hospitalero castrillonense.

Hasta el momento, a José Antonio González esta treta no le ha supuesto problemas más allá de lo anecdótico. "Tengo 46 plazas disponibles y no se suelen llenar nunca, así que a mí me da igual a lo que vengan. Yo les trato con el mismo cariño que a los demás", asegura, aunque admite que la postura de estos viajeros hacia el albergue es un poco más tacaña. "No tengo precio fijo, cada uno paga la voluntad. Como los peregrinos están acostumbrados a dormir a ras de suelo, suelen pagar más que estos otros, que se nota que esperan un trato de hotel a un precio de risa", explica el propietario. De todas formas, González se muestra "agradecido" por haber acogido a 1.600 personas en 2016, una cifra que espera superar "con creces" este año. "El verano está pegando fuerte, así que tampoco me voy a quejar", sentencia.

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