Ahora, para ligar, los jóvenes ya no se intercambian los teléfonos, sino las cuentas de las redes sociales Twiter e Instagram. Y ya ni hace falta pedirlo. Ayer eran muchos, centenares, los que llevaban "tatuado" con pintura negra su identidad social en las redes en alguna parte de su cuerpo. Muchos también siguen utilizando sus camisetas para lanzar mensajes al prójimo. Algunos de ellos, "No soy tu princesa" o "Diosas del perreo". En esta ocasión, triunfaron entre los asistentes los collares de flores de colores, al más puro estilo hawaiano y en sintonía con los tonos de los polvos que se lanzaron a diestro y siniestro.

El buen rollo primó en todo momento en este festival multitudinario, aunque siempre hay cabida para la crítica. "Le falta sacar el espíritu de la fiesta originaria de la India. Fuimos a una Holi Party en Estrasburgo y explicaron en qué consistía y, además, era gratis", afirmó Miguel San Miguel, de Avilés.

Con la llegada de las primeras gotas de lluvia a media tarde muchas personas, sobre todo lo que iban con niños pequeños, decidieron abandonar el recinto. Pero eso no restó afluencia. El pico se contabilizó a las 20.00 horas, con 6.432 personas a la vez en la plaza del Niemeyer. A partir de las 22.00 horas la tormenta se desató con más virulencia -incluso con aparato eléctrico- y en la plaza del Niemeyer, pese a todo, quedaron unos cientos de irreductibles que, empapados hasta los huesos, no dejaron de mover el esqueleto y tirarse, más que polvos, lodos dado el fangal en que quedó convertido el suelo del recinto. Al cierre de esta edición la música continuaba sonando, aunque con menos potencia, presumiblemente por algún fallo eléctrico. La colorida marea humana acabó bañada en agua.

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