3,2,1... ¡Arribaaaa! Ni la lluvia consiguió amedrentar a las miles de personas que ayer se tiñeron de rosa, azul, verde y amarillo para celebrar, por cuarto año consecutivo, la Holi Party en el Centro Niemeyer. Más de 10.000 personas pasaron en algún momento por una plaza que perdió su color níveo desde el minuto uno que comenzó la fiesta. Y es que los asistentes no dudaron en empezar a tirarse unos a otros los polvos de colores antes de que se produjese el primer lanzamiento "oficial" y masivo.

La celebración, una tradición hindú, ya se ha convertido en uno de los imprescindibles de las fiestas de San Agustín y ha conseguido atraer no solo a adolescentes con ganas de pasarlo muy bien sino también a los pequeños de la casa que, ayer, acompañados de sus padres y familiares no dudaron en rebozarse entre polvos de colores. Eso sí, algunos protegidos con gafas de buceo para evitar que les entrara en los ojos.

El sol que lucía a primera hora de la tarde duró poco, pero eso no impidió que la fiesta siguiese hasta la madrugada acompañada en todo momento por la música de los dj. Por el escenario del Niemeyer pasaron los tres integrantes de "Bitches deejays", "Rural Zombies", Hugo Le-Loup, el grupo "Maico" y, para cerrar la velada, "The Otter Gang".

En el recuerdo de muchos asistentes aún estaba el caos que se vivió el año pasado para poder acceder al festival -la organización obligó a los menores a llevar una autorización familiar y ponía pulseras de colores en función de la edad para evitar que los menores pidieran alcohol en la barra-. En esta edición, todo fueron parabienes en ese sentido. "El año pasado estuvimos dos horas en la cola para entrar; este año, sin problema. Enseguida estábamos dentro", aseguró ayer Pamela Peguero, acompañada de sus amigas. Lo único que deslucía la celebración era, fuera del recinto, el botellón protagonizado por algunos jóvenes.

Ahora, para ligar, los jóvenes ya no se intercambian los teléfonos, sino las cuentas de las redes sociales Twiter e Instagram. Y ya ni hace falta pedirlo. Ayer eran muchos, centenares, los que llevaban "tatuado" con pintura negra su identidad social en las redes en alguna parte de su cuerpo. Muchos también siguen utilizando sus camisetas para lanzar mensajes al prójimo. Algunos de ellos, "No soy tu princesa" o "Diosas del perreo". En esta ocasión, triunfaron entre los asistentes los collares de flores de colores, al más puro estilo hawaiano y en sintonía con los tonos de los polvos que se lanzaron a diestro y siniestro.

El buen rollo primó en todo momento en este festival multitudinario, aunque siempre hay cabida para la crítica. "Le falta sacar el espíritu de la fiesta originaria de la India. Fuimos a una Holi Party en Estrasburgo y explicaron en qué consistía y, además, era gratis", afirmó Miguel San Miguel, de Avilés.

Con la llegada de las primeras gotas de lluvia a media tarde muchas personas, sobre todo lo que iban con niños pequeños, decidieron abandonar el recinto. Pero eso no restó afluencia. El pico se contabilizó a las 20.00 horas, con 6.432 personas a la vez en la plaza del Niemeyer. A partir de las 22.00 horas la tormenta se desató con más virulencia -incluso con aparato eléctrico- y en la plaza del Niemeyer, pese a todo, quedaron unos cientos de irreductibles que, empapados hasta los huesos, no dejaron de mover el esqueleto y tirarse, más que polvos, lodos dado el fangal en que quedó convertido el suelo del recinto. Al cierre de esta edición la música continuaba sonando, aunque con menos potencia, presumiblemente por algún fallo eléctrico. La colorida marea humana acabó bañada en agua.