"Enterramos a alguien que recientemente despedimos y eso, inevitablemente, nos parte el corazón porque con su pérdida parece que estrenamos un dolor que hasta ahora nos parecía inédito". Así se manifestó ayer por la tarde Jesús Sanz, el Arzobispo de Oviedo, que presidió el funeral de cuerpo presente por Antonio Rodríguez Villasonte, el primer párroco de San Juan de Ávila, el último templo levantado en Avilés. Sanz estuvo acompañado en el altar por nueve curas y tres diáconos y, en la nave, por una veintena más de sacerdotes, muchos de ellos, además, ataviados con albas, estolas y cíngulos. "Antonio fue ese cura bueno que supo a lo que sabe Dios", recalcó el aArzobispo haciendo suyas palabras del santo que da nombre a la iglesia del Quirinal, el patrón de los sacerdotes. Y es que Villasonte había muerto el domingo al no poder superar las secuelas de un grave accidente que le mantuvo postrado varios años.

Sanz se dirigió a un auditorio que llenó completamente un templo que Villasonte contribuyó a levantar. "Fue él quien hizo esta iglesia, por eso celebramos aquí este funeral, porque aquí se identifican la iglesia material y la del pueblo", subrayó el Arzobispo, que recordó su relación personal con el cura fallecido. "Se aprendió mi nombre, poco más podíamos conversar. Cuando no llegan las palabras son los ojos los que gritan", aseguró.

"Siempre se había sentido cura. En alguna ocasión concelebramos la misa. La emoción era grande en el momento de llegar la paz; yo bajaba donde estaba él y nos fundíamos en un gran abrazo", confesó. Fue entonces cuando le vinieron las palabras de Juan de Ávila. "Los curas saben a lo que sabe Dios. Eso le sucedía a don Antonio", insistió el jerarca ovetense.

Villasonte hubiera celebrado el próximo año sus bodas de oro como cura. "Dios ha querido llamarlo un año antes para tener las bodas con él, que no serán bodas de oro porque durarán para siempre", concluyó Sanz.