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Una mujer única en la flota asturiana

La gijonesa Mari Carmen Álvarez Alonso es la excepción en un mundo de hombres: dueña de una lancha, es la única armadora que sale a faenar

Mari Carmen Álvarez sube a bordo de su barco, el "Carmín". R. SOLÍS

La única armadora que sale a faenar en Asturias es de tierra adentro y tiene un carácter que afeita. No puede ser de otra manera, dicen quienes la conocen, porque Mari Carmen Álvarez Alonso, la del "Carmín", lleva más de media vida en un sector masculinizado en el que las armadoras se cuentan con los dedos de las manos. "Aquí (en Asturias) soy la única que tiene lancha y sale a pescar; armadoras de papel hay, pero de salir al mar, solo yo. Dicen que soy recta, supuestamente un bicho", afirma esta loba de mar natural de Ablaña (Mieres), criada en Trubia y gijonesa desde la adolescencia.

Mari Carmen Álvarez atiende a LA NUEVA ESPAÑA en la rula de Candás, mientras espera a que entre el "Carmín" con sus cinco trabajadores. Está al ocle, campaña en la que ella se queda en tierra (tiene las dos rodillas operadas). Está deseando que entre el otoño para salir a faenar con las redes. "Llevo catorce años haciendo lo que puedo... Como hay tantas vedas y reducciones de cuotas...", explica. Tiene 47 años y lleva ya una treintena en la mar. Todo empezó con una apuesta. "Trabajaba en hostelería y todo empezó con una broma. ¿A que no te mareas? Y aquí sigo", relata.

La armadora del "Carmín" comenzó en la mar junto "al chaval con el que salía, que andaba en un arrastrero". Decidieron comprar una lancha pequeña, después cada uno se fue por su lado y ella se hizo con "Moralva" (que por cierto, donó al Acuario de Gijón y adorna ahora el de Sevilla). "Trabajaba de noche en la mar y de día iba a estudiar Marina Mercante. No la acabé", afirma. Luego vino "Carmín", de artes menores. "Cuando empecé daba gusto ir al pescao, tenía valor. Ahora los centollos los pagan a dos euros, la merluza a veinte céntimos, el bocarte a cincuenta... Y luego ves por ahí 'bocartes de Gijón' a 8,95", protesta.

Su puerto base está en Gijón, donde estuvo de segunda en la cofradía. "Estuve doce años y lo dejé. He vuelto porque no hay nadie que quiera andar de reuniones los sábados. Ya no tenemos más que una oficina, como puerto del Estado no tenemos derecho a ninguna ayuda ni subvención", prosigue.

Las manos de esta armadora asturiana han llegado a mover unas ocho toneladas al día, hasta 120 al final de una campaña. Por el hecho de ser mujer dice que se ha encontrado "todas las trabas que quieras y más". "Se meten contigo en todos los sentidos, pero yo no hago ni puto caso. En la Federación (de cofradías) me respetan más, sobre todo la gente que empezó cuando yo. También es verdad que fui a la caballa a Santander, había trescientas embarcaciones y era la mejor tratada. Volví al año siguiente y también me trataron muy bien", afirma.

¿Y cree que debería haber más mujeres armadoras? "Esto no es ni para las mujeres, ni para los hombres, ni para la juventud, ni para nadie. Para empezar necesitas hacer una inversión de 200.000 euros como mínimo y no te encuentras más que obstáculos. Antes te contaba la experiencia de marinero (para empezar a ejercer de patrón), ahora tienen que pasar casi tres años. Todo es pagar por cursos y por historias, cada uno te cuesta más de mil euros. Es todo sacar dinero para tasas", protesta.

Lo peor de todo, además del "arrastre que acaba con todo", es el Instituto Social de la Marina (ISM), dice: "Hay gente que lleva 40 años en el mar y que le van a quedar 800 euros de pensión. Tienen que subir la cotización". ¿Y si todo se hace cuesta arriba mar adentro, por qué no vuelve a tierra? "El mar relaja, me gusta, empecé de la nada... Me da igual ir a nasas que a la caballa que al ocle. Y eso que soy de tierra adentro. Es lo mío y siempre lucharé por ello. Eso sí, si volviera atrás me lo pensaría mucho".

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