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LOLI IGLESIAS | PELUQUERA DE CABALLEROS EN LAS VEGAS, SE JUBILA TRAS MEDIO SIGLO AL FRENTE DE SU NEGOCIO

Medio siglo cortando con la norma

Loli Iglesias aprendió el oficio de la mano de su padre y ahora lamenta tener que echar el cierre: "Sé que me va a dar mucha pena"

Loli Iglesias, en el interior de su peluquería, con un cliente al fondo. RICARDO SOLÍS

Dolores Iglesias Gegunde, "Loli", está a punto de comenzar una nueva etapa de su vida y la espera con ilusión y ganas, pero también con "un poco de pena" por lo que deja atrás. La peluquería de caballeros que ahora lleva su nombre en Las Vegas (Corvera), en la que ha crecido, en la que ha trabajado 50 años y la que regentado casi tantos como ha trabajado, cerrará sus puertas en noviembre. Razón: la jubilación. Aún no tiene fecha fija. "No quiero pensarlo, porque sé que me va a dar mucha pena. Va a ser un día duro. Yo creo que lo decidiré de un momento para otro, porque, si no, no voy a ser capaz", explica Loli. Y es que, con 65 años, dejará atrás toda una vida entre tijeras, navajas, cuchillas y peines.

Lo de la "pena", no es tanto por el trabajo: "Creo que estar de pie ocho horas no lo voy a echar de menos, pero sí a la gente. He visto a niños convertirse en hombres en Las Vegas y traer a sus hijos a la peluquería. Ahora tengo como clientes hasta tres generaciones de una familia y he llegado a tener hasta cuatro". Que nadie se confunda, le encanta su profesión y vende sus atractivos siempre que puede, porque le da rabia "no tener relevo" para la peluquería que le vio nacer. "Lo mejor, las charletas. Me encanta hablar con mis clientes y con mi familia, porque en el local siempre se forman tertulias. Mis hermanas pasan todos los días, y mis amigas, mis primas, mis sobrinas, mis cuñadas? Ahora se preguntan dónde nos vamos a reunir cuando la peluquería cierre".

Loli fue toda una pionera. Regentar una barbería de caballeros hace casi 50 años no era fácil para una mujer. Sin embargo, para ella, fue su padre el verdadero pionero: "Fue un adelantado a su tiempo. Mi hermano era muy pequeño y decidió coger a sus hijas como aprendices, aunque de aquella no era lo normal". Con quince años, comenzó a trabajar con su padre y su hermana, más bien, a aprender el oficio, y así fue durante unos cinco años, hasta la jubilación de su padre. Luego, con unos ocho años de experiencia en sus manos, se puso al frente de la barbería. "La verdad es que no notamos mucho cuando lo dejó mi padre. Los clientes ya nos habían visto trabajar, estaban acostumbrados a nosotras, aunque fuera de nuestra peluquería no era muy habitual ver a una mujer haciendo mi trabajo".

Aprendió de su padre, como se hacía antes, y en una barbería, que se convirtió en peluquería cuando casi nadie pedía afeitados porque llegaron las maquinillas desechables. Aún recuerda el examen que tuvo que pasar en Oviedo con veinte años, cuando se regularizó la profesión: "Fue un corte a navaja, uno a tijera y un afeitado. Pan comido". También, cuando desapareció la navaja: "Se le sigue llamando corte a navaja, pero es a cuchilla. Las navajas se prohibieron cuando empezamos a saber lo que era el sida". Su profesión le presentó retos toda su vida. "La peluquería de caballero cambia más lentamente que la de mujer, pero ha cambiado. En estos últimos años va mucho más rápido, los futbolistas tienen mucha culpa. Ahora los chicos son mucho más presumidos", explica la peluquera.

Sus dos hijos, una chica y un chico, crecieron en la peluquería, como lo había hecho ella. Loli nació en Pesoz, y con 18 meses, sus padres se mudaron a Las Vegas, en 1953. "Entonces eran cuatro casas". Vivieron un tiempo en lo que se conoce como la casa de Postas y la barbería estuvo allí hasta hace 14 años (con la declaración de ruina y el lío judicial alrededor del histórico inmueble, cambió a un local en La Estebanina), pero cuando ella tenía ocho años, su padre hizo una casa en Ramón de Campoamor.

Una infancia feliz dio paso a una vida feliz, entre trabajo y familia. "Sin mi marido, hubiese sido imposible estar en la peluquería. Siempre repartimos las tareas". Ahora siguen siendo uña y carne, y en la nueva etapa van a dedicarse a viajar. "Hemos tenido suerte. Esperamos seguir así".

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