"La prostitución es una parte del fenómeno de la trata, y la principal causa de trata de niños y niñas en todo el mundo. La prostitución necesita de la trata para cubrir el excedente de la demanda, es tan evidente la vinculación que no puedo hacer matices". La abogada Rosario González Arias, experta en temas de género, explicó ayer las razones de su rechazo a la legalización de la prostitución, y aseguró que llamar a esta actividad "trabajo sexual" es un giro lingüístico que no va a cambiar en nada la realidad de las mujeres afectadas. "Van a seguir en la precariedad, con riesgo además de violencia", añadió.

González Arias, que defendió el derecho de todas las mujeres -y no sólo de las prostitutas- a opinar sobre este asunto, ofreció una conferencia en el marco del Día Internacional contra la explotación sexual y el tráfico de mujeres, niñas y niños. "La prostitución simboliza el uso del cuerpo de las mujeres a cambio de dinero. Si la prostitución está normalizada y es un derecho, todas seremos potenciales mujeres a servicio de los hombres para satisfacer su placer", advirtió. La concejala de Igualdad, Raquel Ruiz, presentó el acto.

La abogada puso sobre la mesa una evidencia: que lo que una prostituta asume, en cualquier trabajo sería acoso o abuso sexual. "Me parece aterrador, como mujer, asumir que determinadas mujeres tengan que aceptar esto", subrayó. Además, con la ley en la mano, para cumplir la legislación laboral y la prevención de riesgos laborales, las prostitutas tendrían que trabajar "metidas en escafandras". "Aquí, en cambio, se les pone en riesgo absoluto; considerar que es voluntario porque han aceptado dinero encierra una trampa, y considerar que todo lo que se puede comprar y vender es consentido me genera problemas éticos graves", añadió.

González Arias vinculó el binomio prostitución y trata a la pornografía, "hiperpornografía", según calificó, por el mal uso de las nuevas tecnologías. "En la sociedad del espectáculo, con la glotonería visual donde todo es pura imagen, en el mercado de la carne los cuerpos de las mujeres son parte de ese espectáculo para generar ventas", advirtió. Para ella, no hay ambigüedad posible: "Si aceptamos que los jóvenes estén consumiendo pornografía es para que luego consuman prostitución de mayores, no nos engañemos. La pornografía es el escaparate de la prostitución".

¿Y las causas de todo este negocio, donde las mujeres son las víctimas? Una la encuentra la experta en el "heteropatriarcado". "Seguimos instalados en el 'falolítico', donde se sigue normalizando que las mujeres se prostituyan, y que aunque la trata mueva millones de dólares no se hable de ello", aseguró la especialistas. La otra causa estructural es "el modelo neoliberal capitalista". "Es funcional, genera pingües beneficios. El colmo del cinismo es un informe de la Organización Internacional del Trabajo que justifica la industria sexual por el dinero que produce", indicó.

Rosario González defendió con energía su argumentario: "Me cuesta aceptar que vivo en una sociedad donde los varones se pueden permitir el lujo de alquilar cuerpos de mujeres, niños y niñas, para satisfacer su placer sexual". Legalizar esta situación, afirmó, es interesante para los estados, para que cobren impuestos: "Es uno de los negocios más boyantes a nivel internacional, el segundo más rentable a nivel organizado después del tráfico de armas".

Otra causa que influye en la explotación de las mujeres es la brecha de desigualdad creciente entre hombres y mujeres, y entre países del norte y del sur. "Y es que el tercer pilar de la explotación es el colonialismo. El 75% de las mujeres prostituidas en España son extranjeras, y en Centroamérica el 70 por ciento de las víctimas de trata son indígenas", dijo. La abogada denunció, además, la connivencia de las instituciones, entre ellas las españolas, que niegan asilo a las que fueron víctimas de trata: "El panorama es desolador, a los países les cuesta cumplir con el marco de derechos humano".

Entre las acciones de futuro para transformar esta situación, González Arias animó a una presión desde la calle para que la trata entre en la agenda política. "Hace falta un mayor compromiso con los derechos humanos", destacó. También falta formación en temas de género y de derechos humanos, tanto entre funcionarios y cuerpos de seguridad como entre los propios jueces, que son quienes tienen la última palabra. Y si se quiere, se puede, añadió. Como ejemplo puso tres aspectos de la sociedad que cambiaron de forma radical en muy poco tiempo: el destierre del tabaco de los lugares cerrados, el uso obligatorio del cinturón de seguridad y la erradicación de la mendicidad infantil. "Se hizo todo en tiempo récord. Si la trata entra en la agenda política, se podría cambiar", zanjó.