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Concejo de Bildeo | Crónicas del municipio imposible

Cosa de pañuelos

El uso de un complemento imprescindible en el pueblo y las consecuencias de no tenerlo en ocasiones importantes

Cosa de pañuelos

De nuestro corresponsal, Falcatrúas.

¡Cuánto habremos discutido los paisanos de Bildeo acerca del turismo rural en Asturias, tomando unos vasinos en el Sanedrín de la bodega de Francisco el Taberneiro! Y eso que no tenemos turismo de ése, ni de otro, pero podríamos; contamos con el mejor entorno, buenas viandas, buena gente, pero... Nadie se atrevió a restaurar la abandonada escuela para transformarla en un alojamiento rural; lo nuestro es opinar sobre lo que nos dé la gana, aunque luego no hagamos nada más que charrar hasta la hora de ir a comer.

Hace unos cincuenta años, Don Demetrio, a la sazón cura párroco, y su hermano Manolo, comerciante, fueron invitados a tomar café en una casa donde reinaba Manuela, que no tenía manga ni colador para prepararlo. Ustedes no lo saben, por no venir a conocer el país, pero aquí el café es un brebaje cuyo proceso no llega a eterno pero es continuo, comienza con el canto del gallo y no finaliza hasta entrada la noche; pueden entrar a cualquier hora del día en una casa de Bildeo y verán la cafetera sobre la chapa de la cocina, en una zona donde se conserva entre templada y caliente. ¿Qué viene alguien? Se desplaza el cacharro un poco hacia el centro de la chapa y en pocos minutos está a punto.

Naturalmente, el café es flojo, tiene que serlo, de lo contrario la gente andaría tomando tranquilizantes para bajar el pistón; entre que la mitad del café es achicoria, la cantidad de molienda que se echa en la manga es pequeña y el agua hirviente que se vierte encima es abundante, el resultado es un brebaje casi transparente, algunos vecinos dan en llamarla anisinos, recordando esas cucharadinas que se dan a los guajes de pequeñinos para lavarles el aparato digestivo por dentro y de arriba abajo; si fuera de abajo arriba, sería una lavativa.

Ambos hermanos tomaron el café, charlaron con las mujeres de la casa y Manolo se fijó en una mancha amarronada muy extensa en el pañuelo que llevaba en la cabeza la anfitriona, pero no dijo nada; de camino a casa le comentó a su hermano ese detalle insignificante que había observado y que correspondía sin duda alguna a que habían colado el café utilizando como manga la pañoleta de Manuela, que no estaba muy fresca precisamente, pues la procesión de piojos desfilando entre el cuero cabelludo y los pliegues de la grasienta pañoleta era permanente y dejaba unos senderos evidentes y hasta visibles, no ahorró los detalles más guarros.

Algunas veces, no siempre, los hijos de un matrimonio se llevan "como hermanos" y, por extensión, los buenos amigos también deben llevarse "como hermanos", una de las más altas cotas del amor en cualquier religión. Manolo sabía de los ascos de su hermano ante la falta de higiene, especialmente en todo lo relacionado con los alimentos y la cocina. Don Demetrio, con todo lo párroco que era, vomitó hasta el primer calostro que mamó, ante la descojonación de Manolo, su hermano del alma, que tanto lo quería, el muy cabrón.

Y hablando de pañuelos, resulta curiosa la manera en que los paisanos de Bildeo llevan el pañuelo, en el bolsillo de atrás del pantalón, con un pico asomando, para poder tirar de él en un momento de apuro y sacarlo con toda celeridad, sin andar masajeando la nalga hasta localizarlo. Dicen que esa moda surgió cuando a un mozo de este pueblo le vino un estornudo en pleno banquete de una boda: echó mano al pañuelo para hundir en él su nariz y descargar todo el escombro que saliera, rebuscó unos segundos que se le hicieron interminables, no logró sacarlo a tiempo y soltó una mocarrada prolongada y copiosa como proyectada por un aspersor a lo largo y ancho de dos o tres mesas, donde estaban ya dispuestas abundantes viandas. Realmente no fue un estornudo aislado, más bien una andanada, orientada en todas direcciones, tratando de hacer el menor daño posible... Que estaba algo acatarrado, dijo.

Quedaron salpicados de fluido verdoso los entremeses, la sopa de marisco, la ensaladilla, el pan, los vasos, los cubiertos, la mantelería, un paño de la pared y la ropa que llevaban puesta dos docenas de invitados de los alrededores, por lo demás, bien. El cordero y los postres libraron porque su actuación estaba programada para más tarde, pero cambiaron de turno, los finales se hicieron principios, hubo comida a esgaya y el banquete no fue moco de pavo.

En Bildeo se enseñaba en la escuela cómo llevar el pañuelo en el bolsillo de atrás como si fuera una asignatura más. Y sin haberlo deseado, me ha salido un pareado.

Seguiremos informando.

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