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LUIS ALONSO GONZÁLEZ | REGENTA LA FARMACIA DE LA CARRIONA

Un boticario con conciencia de barrio

El farmacéutico se crió en el negocio que heredó de su padre, Enrique Alonso: "Seré de La Carriona hasta que muera"

El avilesino Luis Alonso, en su farmacia de La Carriona. RICARDO SOLÍS

Un 24 de octubre, en la calle de Rivero, una comadrona llamada Olga daba la bienvenida al mundo al sexto de los ochos hijos de Enrique Alonso, el por entonces boticario de La Carriona, cuya labor como concejal de Cultura para abrir varias escuelas en la villa hizo que una de ellas adoptase su nombre, como homenaje, tras su fallecimiento. Luis Alonso (Avilés, 1960) regenta hoy aquella misma farmacia, herencia de su padre junto a un montón de libros, una vocación genealógica por ayudar a los enfermos -su hijo de 22 años está haciendo las prácticas universitarias de boticario y Julio Alonso, su hermano, regenta otra farmacia en Sama de Langreo- y una profunda conciencia de barrio. "Soy de La Carriona desde el primer día. Antes, incluso, de saber lo que significaba ser de algún sitio", asegura.

El farmacéutico instala un despacho improvisado en una de las pequeñas salas del local, donde suele tomar la tensión a sus clientes. "No puedo permitir que la prensa vea mi escritorio real, soy un desastre con los papeles", se excusa. El negocio familiar lleva en La Carriona desde 1957 y alrededor de 20 años en el número 16 de la calle que lleva el nombre del barrio. "Fue cambiando de sitio, pero siempre ha sido un punto de encuentro. Mi padre era el único universitario de la zona y todos acudían a él; se ganó la confianza de todos, por eso llegó a ser concejal", presume.

Hoy, esa lealtad se mantiene. "Muchos clientes son los mismos de siempre o familiares suyos. Es importante, en un barrio de este tipo, más periférico y sin hospital, que un vecino pueda consultar aquí cualquier dolencia antes de decidir si el viaje hasta Avilés merece o no la pena", explica.

Alonso achaca gran parte de su vocación profesional al recuerdo de su padre. "Crecí en esta farmacia. Al ser tantos hermanos, mi madre nos sacaba de casa para trabajar tranquila. Yo venía con mi padre y veía lo que hacía, cómo la gente confiaba en él. Consciente o inconscientemente, me marcó", reconoce. En la casa de los Alonso, además, siempre hubo libros. "Tuve suerte. Mi padre valoraba mucho la cultura, consideraba que todo el mundo debería tener acceso a ella. Mi abuela materna me enseñó a leer y a escribir con tres años. Siendo muy pequeño, leí un libro sobre el descubrimiento de la penicilina. Ese día, tendría yo cinco o seis años, me dije: yo quiero ser como Flemming", explica.

Un buen día, Enrique Alonso se compró un Citroën familiar. "Dos caballos, una birria. Con toda la familia a bordo el coche no subía las cuestas", asegura, riendo. "Pero en ese coche llevábamos a los clientes más graves al hospital, material escolar a los colegios. Me crié en esa voluntad férrea de mi padre por ayudar a los demás", explica.

Alonso asegura también deber gran parte de su educación a la gente de La Carriona. "De pequeño fui inmensamente feliz. En este barrio aprendí y viví cosas que no he vuelto a sentir jamás", recuerda, emocionado. "Ya ves, parece una tontería y mira cómo me pongo. Pero es que vi a la gente de este barrio compartir lo poco que tenía, hablar de sus alegrías y sus penas, siempre con las manos tendidas. Nunca puedo explicarlo sin echarme a llorar. No he vuelto a ver tanta bondad en mi vida", asegura. "El ambiente vecinal de La Carriona fue mi infancia entera", sentencia.

Más de medio siglo después de la apertura de la farmacia, el barrio ha cambiado sustancialmente. "La Carriona ha sido testigo de una evolución esperada. Fuimos siempre por detrás, no había servicios básicos en unos años en los que Avilés funcionaba perfectamente", explica. Recordando esta época, que el boticario sitúa entorno a los años 70, su padre aparece de nuevo. "La finca de la farmacia tenía un pozo y los vecinos, que tenían agua corriente dos horas al día, con suerte, venían con sus calderos, siempre alegres, siempre amables", recuerda.

Alonso pasó por el altar en 1988. Su mujer, Carmen Martínez, regenta también una farmacia en Colloto, por lo que la familia reside en Oviedo. La sangre, no obstante, está en la villa. "Mi padre nació en Astorga y siempre se consideró avilesino. Yo duermo en Oviedo, pero soy de Avilés. Y seré, hasta que me muera, de La Carriona", asegura.

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