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Villalegre enseña a convivir

El colegio potencia la autonomía de los alumnos, que se encargan de tareas como la gestión de la biblioteca y la mediación en conflictos

En el círculo, las alumnas Paula Méndez, Laura García, Alba González y Marina Vallado, en el recreo; sobre estas líneas, Andrea Álvarez, en el ordenador de la biblioteca, y Lucía Iglesias, con un marcapáginas. MARA VILLAMUZA

En el colegio Villalegre, los mayores miran y lo pequeños hacen. El centro público avilesino apuesta, desde los primeros cursos de Infantil, por una metodología docente basada "en la autonomía y autosuficiencia del alumno", según explica su director, Ignacio Fernández. Los 369 alumnos del centro se organizan para gestionar sus préstamos de biblioteca, realizan sus propias obras de teatro y solucionan sus pequeñas discusiones en el patio de recreo. "Nosotros vigilamos constantemente, pero les dejemos su espacio", resume el director.

En la biblioteca -aunque en el centro este término "aburrido" se sustituye por "biblioalegre"-, la encargada de controlar ayer el préstamo de libros era Andrea Álvarez, de 11 años. Sentada frente al ordenador, atendía al resto de compañeros que, en cola, esperaban pacientes su turno para sacar o devolver algún libro. Al fondo, otro grupo ensayaba por su cuenta una obra de teatro escrita y dirigida por ellos mismos. En las mesas, varios niños escribían en unos marcapáginas de papel -denominados "yosikes", abreviación de "Yo sí que leo"- los títulos de sus últimas lecturas. Después, los depositaban en una caja brillante de cartón, que se abrirá a final de curso para hacer un sorteo de libros entre los participantes. "Nosotros estamos por aquí por si nos necesitan pero, por lo general, no hacemos mucha falta", asegura Maite Peña, profesora de segundo de Primaria y responsable de la biblioteca.

Antes de que terminase el recreo, las docentes Yolanda Serrano y Sonia Castillo se disfrazaron de libro y de alumna, respectivamente, para animar a los niños a leer. "Se trata de que no vean la biblioteca como un sitio aburrido, sino como un lugar lleno de oportunidades", comenta Peña.

Con un fondo documental de más de tres mil ejemplares, en la "biblioalegre" se hace prácticamente de todo. "Tenemos muchos proyectos de diversidad e inclusión social. Este año, desde la biblioteca vamos a estudiar los 12 países de los que proceden los 30 alumnos matriculados de origen extranjero", explica el director.

El primer país de la lista ha sido Portugal. "En este colegio, hace unos 30 años, vinieron muchos alumnos portugueses y de etnia gitana. En su momento, el centro supo gestionar muy bien la integración. Ahora, aunque gran parte de estos alumnos son de segunda o tercera generación, seguimos trabajando en ello. Ningún alumno es marginado en este cole por venir de otro país", presume Fernández. "Para este centro, la lengua portuguesa es casi un segundo idioma y el estudio de su cultura lleva décadas integrada en el temario", explica Marco Rodrigues, docente nativo de Portugal que imparte clases de cultura portuguesa en todos los niveles.

En el recreo se nombra a un mediador, una figura creada por la dirección hace ya varios cursos. "Nos dimos cuenta de que las pequeñas discusiones del colegios se solucionaban mejor de alumno a alumno. Nombramos a un niño para que haga rondas en el patio de recreo y solucione las riñas bobas por un balón o un empujón sin importancia", apunta Fernández. Los 31 docentes de Villalegre emparejan también a niños de 4 y 5 años con los alumnos de los últimos cursos de Primaria, que en los recreos aprovechan para leerles cuentos en la biblioteca. "Los llamamos 'parejas lectoras' y busca que los peques empiecen a interesarse por la lectura y que, de paso, los mayores mejoren su dicción al leer", explica Peña.

En este curso, se emparejarán también a alumnos de tercero de Primaria con niños de 4 y 5 años. "Los mayores encarnarán a una especie de mentor, como un tutor al que puedan recurrir los pequeños cuando tengan dudas o problemas", comenta Fernández. Esta medida se mantendrá durante los próximos cursos. "La idea es que en unos años todos los alumnos hayan pasado por ese ciclo de tutor-tutorado", resume.

La "biblioalegre" es el espacio habitual también de los alumnos con necesidades especiales educativas, que desde hace cinco cursos participan en las denominadas "aulas vivas". "Juntamos a los niños de distintos niveles que no pueden seguir el ritmo de sus compañeros y trabajan en la biblioteca proyectos más interactivos. Aprenden lo mismo, pero a su ritmo y de otra forma", explica el director. El grupo, por ejemplo, aprende matemáticas organizando un supermercado en el que compran y venden mercancía. Practican la ortografía redactando carteles, descubren el cuerpo humano en juegos de sabores con los ojos vendados y trabajan manualidades, cada año, bajo una temática distinta.

El objetivo principal del centro, según Fernández, es fomentar la autonomía del estudiante. "Es mucho más fácil que un profesor solucione los conflictos entre niños o que dirija directamente el préstamo de libros. Ellos tardan más, es todo más caótico. Pero aprenden a ser responsable" resume el director. "Los mayores tenemos la manía de meter las narices en la infancia. Pero si les das la oportunidad, si tienes esa paciencia, los niños salen de este colegio con una independencia brutal. Y muy listos", sentencia.

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