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La profunda colección del Marítimo

El museo luanquín guarda "joyas biológicas" como almejas gigantes, peces globo y piojos marinos, que precisan laboriosas tareas de conservación

La profunda colección del Marítimo RICARDO SOLÍS

Lucía Fandos es la bióloga del Museo Marítimo de Asturias y, en su pequeño habitáculo del centro luanquín guarda "muchas joyas". Cada una de las siete mejores piezas que ha seleccionado tiene una historia vinculada con las profundidades de los océanos. Algunas llaman la atención por sus formas, otras por sus colores. Almejas gigantes, riples, peces como el diablo abisal, piojos de mar, ámbares grises, una caracola llamada cono geográfico y el pez globo forman parte de esta curiosa y exótica colección.

"Aquí tenemos dos valvas de almeja gigante, es el bivalvo de mayor tamaño", explica la bióloga, mientras limpia una de las dos piezas que posee el Marítimo. "Llegan a alcanzar 1,50 metros de longitud y pesar unos 300 kilos, estas dos son más pequeñas, de 67 y 37 kilos, respectivamente", detalla Fandos, tras indicar que las almejas gigantes están "muy protegidas". "Estas que tenemos fueron encontradas en un vertedero pirata en Oviedo", señala.

Las hallaron los hermanos Alejandro y David López y decidieron donarlas al Museo para su conservación. Tras meses de limpieza y la retirada de cal del vaso de las almejas, Fandos llegó a la conclusión de que pudieron ser utilizadas como fuente. "Antiguamente, los navegantes donaban este tipo de almejas gigantes a las iglesias y catedrales para que fueran utilizadas como pilas bautismales o para mantener el agua bendita", explica. La bióloga señala además que este tipo de valvas son propias de entornos tropicales y suelen ser el cobijo de algas, que dan colorido y diferentes tonalidades a las almejas gigantes.

Tras analizar las valvas, Lucía Fandos se detiene en los riples, unas formaciones geológicas de hace 300 millones de años halladas en el pozo Sotón (San Martín del Rey Aurelio) a 558 metros de profundidad. "Esa piedra nos habla del mar carbonífero en la que se ven las marcas del oleaje y las formas de las ondulaciones", señala la bióloga. Otra de las joyas del museo es un diablo abisal, un pez familia del pixín, que está en un acuario, mantenido en alcohol isopropílico. Era negro y con el tiempo fue decolorándose hasta llegar a tener un tono amarillento. "Es el único ejemplar español y es hembra por el tamaño. Solo se encontraron cuatro ejemplares en el mundo y este fue hallado por el barco Valdés Vega con red de arrastre sobre el 2002, era la época del 'Prestige'", relata la bióloga, que cuenta también que ese tipo de animales habitan entre 2.000 y 3.000 metros de profundidad.

Los cachalotes se alimentan de calamares y cefalópodos en general, "que cuentan con unos aros y unos picos muy duros". Según explica Fandos, para intentar digerir esas partes "duras" y no ver afectados sus intestinos segregan un material que envuelve los picos y aros de calamar y los expulsan tiempo después junto a las heces. Esa parte "tratada" en el estómago del gigante marino se denomina ámbar gris. "Una vez expulsado de su cuerpo desprende un olor fétido y va adquiriendo poco a poco un color entre blanquecino y amarillo y tras un tiempo, ese ámbar es utilizado para fijar el olor de perfumes", señala Fandos. La pieza de ámbar del Museo Marítimo fue hallada en Bañugues. "A día de hoy, esas piezas son usadas por los marineros, la echan sobre las maderas para poder subir la barca porque así resbala mejor, es una especie de parafina", relata la especialista, que también incide en que los marineros colocaban sus agujas de tejer red en el ámbar para facilitar su labor.

La caracola denominada cono geográfico también forma parte del tesoro biológico del Marítimo. Es uno de los animales más venenosos que habitan en el mar. "Son cazadores y tienen su lengua en forma de arpón, lanzan el veneno y dejan a los peces paralizados", destaca la bióloga. "Posteriormente, se tragan los peces enteros. Es tal la fuerza del veneno que lanza este ser tropical que podría matar a diez personas", añade. La pieza fue donada al Museo Marítimo de Asturias por Fernando Vega Escandón y procede, fundamentalmente, de las aguas que bañan Australia.

El pez globo que Fandos guarda en su centro de trabajo es propio del Mar Caribe. "Cuando los ejemplares de esta especie se asustan, abren sus púas y se le ponen de punta. Este pez también es peligroso, tiene un veneno potente", relata. La toxicidad proviene del hígado, de la piel y de los ovarios de la hembra. "En Haití, utilizaban el veneno de los peces globo para hacer el denominado polvo zombi, lo mezclan con otros materiales y lo emplean para hacer vudú. Solían dejar a las personas en estado catatónico, paralizadas", destaca.

Los piojos de mar son otra de las "reliquias" que conserva Fandos y, como su nombre indica, tienen carácter parasitario. Esos isópodos nacen machos y llegan a atravesar las branquias de sus víctimas. Es entonces cuando crecen de tamaño y se convierten en hembras. "Hay momentos en los que llegan a las lenguas de los peces que han parasitado y se convierten en la propia lengua del pez", concluye Fandos, tras describir la vida de estos siete ejemplares de su museo biológico, que enseña a los niños cuando van de visita al centro y, como no, se quedan boquiabiertos con esas historias de venenos, peces extraños que habitan en el océano.

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