Hay ángeles armados con relojes de arena, señalando el cielo, presidiendo panteones. "Este cementerio está plagado de ángeles", señaló Manuel Ángel Hidalgo, que es el director del Museo de la Historia Urbana de Avilés y guía ayer por los profundos vericuetos del cementerio de La Carriona, "que no tiene nada que envidiar a ningún otro de Europa", destacó ante un aforo de una veintena de avilesinos que descubrió un "tesoro" escondido detrás de los muros de un camposanto que se levantó a finales del siglo XIX al olor de los cuartos llegados de Cuba en las afueras de un municipio con aspiraciones de capital de provincia.

Inés Ruiz conocía el cementerio, pero por razones personales: "Está enterrado mi abuelo". Lo de ayer fue distinto "y muy interesante", señaló. El interés lo despertó Hidalgo que no pudo disimular su devoción "por este verdadero museo al aire libre". El recorrido comenzó en el Centro de Interpretación del Cementerio de La Carriona, que está en la antigua casa del conserje del camposanto. "Lo explica muy bien, de manera muy didáctica", apuntó Rubén Menéndez, que conocía bien el cementerio. "Me había dado una vuelta por mi cuenta", señaló. La ventaja de anoche es poder quedar atrapado por el relato de Hidalgo. "El cementerio tiene dos recorridos: el artístico y el de la memoria", apuntó el experto avilesino. Por la primera vía se descubren monumentos levantados por Manuel del Busto -el del teatro Palacio Valdés- y también el panteón de la familia Zaldúa, una obra de Juan de Bolado. Todo esto, además, dentro de un perímetro marcado por Ricardo Marcos Bausá, el mismo arquitecto del parque del Muelle. Esta circunstancia la destacó Hidalgo en su discurso. "El cementerio está organizado socialmente, como la ciudad de los vivos. Los monumentos principales tienen más superficie que los secundarios y que los de general. La calle principal del cementerio vendría a ser la calle de la Cámara", apuntó el guía.

El grupo de visitantes se detuvo de una manera destacada en la ausencia de un cementerio civil en Avilés (no existe desde 1980). "La primera corporación democrática es la que lo levantó", apuntó Hidalgo. "Aquí se enterraban los marinos que llegaban a puerto y tenían otra religión, los suicidas y los que se declaraban abiertamente ateos. El cementerio de Avilés es municipal y se entierra a la gente por igual. Esto lo explico dos veces siempre a los estudiantes porque no entienden que hubiera un cementerio especial", apuntó.

La visita se cerró a las ocho. El Joven Coro del Conservatorio esperaba, de nuevo, en la casa del conserje. Los estudiantes al mando de Isabel Baigorri dieron la razón a Manuel Ángel Hidalgo: anoche, La Carriona, estaba plagada de ángeles.