José Joaquín Blázquez Curto cumplió ayer una promesa: ir a Covadonga caminando. "Lo pensé antes de ponerme malo, la idea era ir en bici. Después lo medité y me dije, 'como recupere tengo que ir, pero caminando'", relató el pasado viernes por la noche a este periódico cuando estaba con los preparativos del reto. Blázquez Curto tiene el síndrome de Guillain-Barré, un grave problema de salud que se produce cuando el sistema inmunitario ataca parte del sistema nervioso. Esa anomalía trae consigo la inflamación de los nervios, con la consiguiente debilidad muscular y parálisis, entre otros síntomas. "Tuve que aprender a caminar de nuevo, lo pasé muy mal, realmente mal", explica el joven, fisioterapeuta en Las Vegas, que antes de sus problemas de salud era un deportista nato, un amante de los triatlones y de las competiciones atléticas en general.

"Ahora ya estoy mejor, pero lo de competir lo veo muy complicado aún; con tesón y un poco de suerte recuperé bastante bien, pero no tanto", afirma Curto, que salió ayer de Gijón a las 5.00 horas de la madrugada desde un aparcamiento del barrio de Deva. Acompañado primero por cuatro personas y posteriormente por dos, el joven fisioterapeuta fue avanzando paso a paso. "Ya vamos por Sietes (Villaviciosa)", señaló a las 10.30 horas. Ya había recorrido treinta kilómetros de los 73,7 que separan la ciudad gijonesa de Covadonga. "Estamos en Cangas en once horas, kilómetro 60", apuntó a las 16.25 horas. Durante la ruta a pie, el joven corverano recibió el apoyo de amigos y familiares y también de la asociación sotobarquense "Deporte vs. Cáncer infantil". Durante la prueba, hicieron varias paradas de diez minutos. Una, al menos, en Anayo (Piloña) y otra en Llames (Parres).

De vez en cuando, Curto tiene crisis. Puede hacer vida normal y de vez en cuando alguna que otra actividad deportiva. "Llevas un día normal y a la mañana siguiente pierdes sensibilidad en las manos, por ejemplo, notas que pierdes el equilibrio", manifiesta. Eso sí, no dudó en hacer el Camino de Santiago en bicicleta en compañía de su amigo Nacho Sánchez. "Había etapas que tenía que parar, perdía sensibilidad y estaba un poco tocado psicológicamente. Antes de tener el síndrome de Guillain-Barré hacía de todo sin ningún problema", explica. A un kilómetro de la meta, Blázquez Curto confirmó que la prueba no había sido fácil. "Se me duermen las manos y los pies, pero merece la pena", comenta el joven acompañado por Alfredo Domínguez y Manuel Ángel Barreda.

Al llegar a Covadonga, varios amigos, su mujer, Arancha Nido, y su hija Ruth portaban varias pancartas para recibir a los caminantes. En una rezaba "Caminando se llega al destino" y en otra "Si quies... Pues!!!". José Joaquín Blázquez Curto quiso y pudo llegar a Covadonga. Y se fundió en un abrazo con sus familiares y amigos. "Ahora de lo que tengo ganas ye de comer un cachopo", concluyó.