La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Concejo de Bildeo | Crónicas del municipio imposible

"Fartón", un caballo singular

La inteligencia de los animales y las curiosas relaciones que, a menudo, los hombres establecen con ellos

"Fartón", un caballo singular

De nuestro corresponsal, Falcatrúas

No sé cómo andarán ustedes de conocimientos acerca de la inteligencia de los animales, en Bildeo siempre se consideró que nos superan en todo o en casi todo, siendo generosos a nuestro favor. Por ejemplo, los insectos: nos tienen dominados por completo; en cuanto las moscas se organizan en forma de nube, sólo para fastidiarnos, ya no sabemos dónde meternos, damos manotazos sin ton ni son, derramamos el vaso o echamos abajo una estantería; por no hablar de la temible mosca cojonera, guía espiritual de políticos inventapatrias. Si se trata de hormigas o de la carcoma y sus invasiones, ponemos una vela a San Antonio, el insecticida mejor y más barato que hay.

De los pájaros apreciamos sus trinos y el colorido de su plumaje, pero nos gustan más por aquello de "ave que vuela, a la cazuela". Las pitas son lo mejor de lo mejor en cuanto a plumíferos, aunque estén locas de atar, no hay manera de poner algo de orden en un gallinero, fíjense, si no, en el Parlamento. ¡Y qué sería de los Estados Unidos sin los pollos de McDonald y Kentucky! Pero lo propio de Bildeo son los animales los de cuatro patas, mayormente vacas, caballos, burros, perros, gochos y algunas cabras y ovejas, que pueden tener sus manías, pero no guardan rencores, no son vengatibles, como los humanos, que hasta enfermamos por no poder consumar revanchas contra nuestros enemigos, aunque estos enemigos nuestros ni sepan que lo son.

"Fartón", el caballo de Cá Los Tarabicos sabía perfectamente cuándo tenía que renovar su calzado y bajaba a la fragua de Pepe el Ferreiro él sólo, sin avisar a los de casa; si el Ferreiro estaba entretenido con algún trabajo y no reparaba en el cliente de cuatro patas que acababa de llegar, el caballo metía el cabezón por el cuarteirón superior de la puerta y roncaba un poco para advertir de su presencia. Pepe correspondía al saludo con alguna frase amable, porque en Bildeo saludamos a los animales y les hablamos, hasta resultan más comunicativos que algunos vecinos:

-¿Andas por ahí, zascandil? Espera, tengo algo para ti...

Y Pepe salía con las manos atrás, haciendo que el caballo buscase a su espalda el cacho de pan duro que siempre recibía. Pepe daba entonces unas voces llamando a Sebastián, el dueño del animal, que vivía en una casa del pico del pueblo:

-¡¡Bastiáááááán!!

El aludido asomaba por la puerta de la casa; desde allí podía ver al caballo y al Ferreiro. Entendido el mensaje.

-¡Vey ferrándolo que bajo enseguida!

El Ferreiro solía tener una o dos docenas de herraduras forjadas en momentos de menos trabajo, adaptables en unos minutos a los cascos de cualquier caballería, conocía la talla y la forma de todas las pezuñas de todos los equinos del pueblo. "Fartón" se sabía al dedillo toda la maniobra de ferrar y donde otros animales ofrecían resistencia al ferrador y necesitaban gente que echara una mano, mejor las dos, para sujetar la pata en el aire, el Ferreiro y él se bastaban para todo el proceso: este portentoso animal alzaba la pata que tocaba y la aguantaba en el aire sin dar ni un tirón mientras le rebajaban la pezuña con el pujavante; cuando el Ferreiro introducía los clavos a martillazos, momento que muchos caballos no soportan sin ponerse nerviosos, él se mantenía firme y sin rechistar. Al final, siempre había un premio, un puñado de cebada, otro cacho de pan...

Bastante más tarde, bajaba Sebastián a pagar y luego subían los tres hasta la bodega de Francisco el Taberneiro, "Fartón" permanecía amarrado con santa paciencia, mientras los dos paisanos entraban a tomar un vasín... ó dos.

Este caballo daba continuas muestras de inteligencia. Cuando lo sacaban a pastar con el rebaño de vacas de casa al monte abierto, se colocaba en cabeza y elegía la ruta hacia alguno de los montes cercanos, guiado por algún instinto que siempre le daba resultado, como si supiese de antemano dónde encontrar yerba un poco más alta o más tupida para toda la manada. Algunos del pueblo, con la coña que les caracteriza, le andaban con chanzas a Sebastián:

-Coño, Bastián, con ese prodigio de caballo que tienes, no sé cómo no lo pones a que te rellene la Primitiva o la quiniela; llevas cubriendo boletos todas las semanas desde hace una pila de años y nunca recuperas ni lo jugao.

-¿Crees que no lo intenté? Sienes y sienes de veces; sé que quiere decirme algo, pero no soy capaz de entenderlo; has de probar tú, como ya te viene de raza lo burro que eres, seguro que puedes traducir lo que él te diga.

Seguiremos informando.

Compartir el artículo

stats