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RAMÓN TORRELLEDÓ | Músico

"Escuchar música clásica provoca la misma sensación que cuando te enamoras"

"La cúpula del Niemeyer es un canto a la estética y la acústica; al verla supe al instante que tenía que actuar en Avilés"

El maestro Ramón Torrelledó.

Con 14 años casi se desmaya escuchando un cuarteto de Shostakovich. Desde entonces, el cántabro Ramón Torrelledó (1956) vive por y para la música. El maestro, que ha dirigido y enseñado en colectivos del renombre de la Orquesta de Cámara Rusa, pondrá en escena este domingo, a las 13.00 horas y en la cúpula del Niemeyer, el proyecto BarrocConcert, una novedosa forma de representar obras clásicas.

- La actuación de este domingo se supone que es un concierto clásico con un moderno cambio de formato. ¿Qué cambia?

-Cambia la forma de contar. Será un concierto diferente, sobre todo, por la inclusión de comentarios. Es un formato que a mí me gusta mucho hacer. Respetaré las piezas clásicas pero intercalaré las claves que necesita el público para comprender lo que escucha.

- ¿Hay que explicar la música para poder entenderla?

-Hay que explicarla si no la entiendes. El terreno de la música, al ser el arte abstracto por antonomasia, hace que la gente no tenga un diccionario al que poder recurrir. En estos comentarios yo explicaré las pautas clave del barroco, su trascendencia.

- Entonces, ¿la música es buena si es complicada?

-Eso creo. Bueno, es como todo en la vida, como todas las cosas que se hacen con esfuerzo. Hablamos de "gran música" para referirnos a todo aquello que va más allá de la estrofa, estribillo y estrofa. Se necesita una atención diferente cuando escuchas otro tipo de géneros.

- ¿Nos hemos acostumbrado a la música plana?

-Mucho. Es una pena que haya afectado tanto esa forma "tuitera" o simple de ver las cosas: todo rápido y fácil. Pero hay otro tipo de música que exige una atención especial y nos saca de ese estado embrionario. Es como los niños con la comida. A un niño de cinco años, dale filete con patatas. Pero la lista gastronómica, cuando creces, es inmensa. En el terreno de la música, sin embargo, nos quedamos toda la vida con el filete.

- Hay que buscar sitio en la industria para la música clásica.

-Es nuestro gran reto. Hay que incluir lo clásico en la oferta musical popular. Vuelvo al símil gastronómico. A los niños no les gusta el caviar, pero cuando lo descubren... Tenemos que ver la música clásica con otros ojos, es lo mismo.

- El BarrocConcert puede, entonces, ser la medicina contra los que relacionan una sonata de Vivaldi con el sopor extremo.

-¡Eso mismo decían los griegos! Definían la música como la "purificación" de las personas, decían que sanaba el alma. Por eso es tan difícil de explicar y de acercarse a ella, porque tiene algo que apela directamente a nuestros sentimientos. Tardamos mucho en descubrir cómo funciona.

- ¿Lo hemos descubierto?

-Resulta que las emociones están alojadas junto al neocórtex frontal. La música no pasa por la razón, va directamente al mundo de las emociones. Nos gusta tanto porque lo mejor de nuestra vida apela a eso, no a la razón. Cuando nos enamoramos, por ejemplo. Ahí no atendemos a razones. Y la música se procesa en esa misma zona cerebral. Sientes lo mismo.

- ¿Cuándo descubrió usted el caviar de la música?

-Mi padre me obligó desde muy pequeño a estudiar música. Es necesario que, a esas edades, alguien te ponga en el carril adecuado. Una vez dentro, recuerdo también ese momento que tú dices. Tenía 14 años y estaba sonando un cuarteto de Shostakovich. Me caí de la silla. Alguien me intentó levantar creyendo que me había desmayado, pero lo que pasó este que yo estaba muy lejos, lejísimos de mí mismo.

- Da un poco de envidia escuchar eso. Suena muy etéreo

-(Ríe). Es que lo es. Cuando conectas así tu mundo interior flota y pierde la conciencia de la cotidianidad. Eso intentaremos hacer este domingo en Avilés.

- En el Niemeyer.

-Sí. Estuve hace un par de años y me enamoré de la cúpula. Es un canto a la estética y la acústica. Supe al instante que necesitaba hacer este proyecto ahí.

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