El rock progresivo llegó a la zona noroeste de España a mediados de los años setenta. Esas bandas casi efímeras bebían de melodías de "Pink Floyd", de "Supertramp", "Yes" y "King Crimson", entre otros. Componían temas extensos, más virtuosos y con armonías diferenciadas al rock and roll convencional. Eduardo García Salueña lo cuenta en su libro "Música para la libertad" (Nortesur producciones). El autor, músico y músicólogo, cumple uno de los objetivos que se fijó cuando hizo primero la tesina, luego la tesis que le convirtió en doctor y posteriormente en la publicación. "Es una fortuna trabajar con músicos que están vivos", destaca el musicólogo durante la presentación del libro en el Club de LA NUEVA ESPAÑA de Avilés. El redactor de este periódico Saúl Fernández fue el encargado de la presentación.

Analizó el contexto social de la Transición y recuperó algunas bandas casi olvidadas del panorama estatal. Se centró en Galicia, Asturias y Cantabria y halló joyas.

Los gallegos "Outeiro", los asturianos "Crack", "Asturcón", "La Turulla" y los cántabros "Bloque" y José Carlos Calderón son buenos ejemplos de ello. "Música para la libertad" muestra que a finales de los años setenta, los teclados eran claves en las composiciones de rock, lo mismo que los sintetizadores y esas fusiones de música de raíz con sonidos guitarreros, que huían del centralismo cultural del franquismo. "No había estudios y tenían que grabar fuera, por ejemplo, 'Crack' y 'Bloque' estaban en el sello 'Chapa', de Madrid", indica. La música clásica, la evolución española de la psicodelia y nombres como "Nuberu" que en ciertos temas fue insuflado por ese virus del rock progresivo.Las armonías en aquella época que llegó en la zona noroeste hasta aproximadamente 1982 "eran más complejas" y, por ejemplo, "el pianista cántabro José Carlos Calderón incorporó frases de jazz. 'Goma 2' hacían temas denuncia y "Trafalgar" con Julio Gilsanz y Mento Hevia incluían hasta soul. Y todo en 483 páginas.