La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La andaluza afincada en Avilés por amor a la gaita

Virginia Pájaro, jugadora de basket , sueña con tocar el instrumento

Bras Rodrigo y Virgina Pájaro, ante una gaita, en Sabugo. M. V.

Virginia Pájaro, "Vir", juega al baloncesto en el Avilés Basket. Es andaluza, para más señas de San Fernando (Cádiz), una de las cunas del flamenco y de su máximo exponente, Camarón. Pero sus preferencias musicales van por otros derroteros: "No me gusta ni Camarón ni el flamenco, lo mío es la gaita", remarca. Su afición al instrumento tradicional nada tiene que ver con posibles parentescos familiares en el norte del país ni nada que se le parezca. "Desde pequeña escuché a Hevia, Carlos Nuñez, Enya... música celta", asegura la jugadora.

Musicalmente hablando se considera atípica en su tierra, pasa de seguidillas, alegrías y demás palos del flamenco, ni con raíces ni adaptado; lo que le privan son las gaitas y su sonido. Tuvo la oportunidad de estudiar Erasmus en Inglaterra y en Birmingham vio por primera vez en vivo a un músico soplando una gaita escocesa. Se emocionó. Fue en 2014. Desde entonces no volvió a ver una gaita hasta que fichó por el Avilés Basket. Y, confiesa que una de las razones, al margen de las deportivas, que le decantó a desplazarse a Asturias fue la música.

Eso sí, nunca había cogido en sus manos ni, por supuesto, había hecho sonar, el instrumento tradicional. LA NUEVA ESPAÑA de Avilés cogió el guante y le puso en contacto con Bras Rodrigo, director de la banda de gaitas de Corvera para darle unas nociones básicas sobre ese instrumento de las tierras del Norte. Al enterarse, Virginia no daba crédito. Su encuentro fue en la plaza del Carbayo de Sabugo, ante la iglesia vieja.

La conversación comenzó por lo básico, las partes de una gaita. Virginia no perdía detalle de las palabras de Bras Rodrigo: "El soplete, el fuelle, que es la bolsa que se llena de aire y es lo que diferencia a la gaita de un tipo de flauta, el punteru y el roncón". Bras Rodrigo sonríe al conocer la afición musical de la andaluza.

El gaitero explica las diferencias entre las gaitas en general y se detiene en la asturiana y la gallega, distintas sobre todo a la hora de la digitación, a la hora de colocar los dedos sobre el punteru y, también, en el sonido. Pero antes explica el origen etimológico de la palabra. "Proviene del irlandés antiguo, del gaélico de la palabra 'gaith' que significa aire, también tengo escuchado de otra que significada cabra, pero me quedo más con que es aire", indica el gaitero.

Virginia asiente con la cabeza y confirma que ya lo había escuchado. Por el momento, la gaditana aún no se plantea aprender a tocar la gaita, pero le encantaría. Lo tiene claro. "Lo primero es acabar la carrera", destaca. Otra de sus metas es alistarse en el ejército. "En el cuartel de Noreña hay gaita", le apunta el gaitero. Virginia abre los ojos con ilusión, quizá imaginándose en una banda de gaitas en el cuartel.

Bras Rodrigo toca la gaita desde que era un niño y actualmente vive del instrumento. Es el director de la banda de gaitas de Corvera, pero su medio de vida está en las clases de instrumento y en su labor como músico en solitario. "¿Eres gaitero de profesión? Qué guay", expresa la gaditana. "¿Cuándo tocas?", pregunta. Bras responde que en la próxima cabalgata de Las Vegas junto a su banda y ella, si tiene un hueco, no dudará en acudir. Posteriormente, el gaitero muestra su móvil, busca en Youtube un vídeo de la banda de gaitas de Corvera y Virginia se queda atónita. En sus ojos se dibuja la ilusión por ver un desfile con la música tradicional inundando las calles. "En verano hay muchos festivales", apunta el músico. Pero Virginia llegó en septiembre, al comienzo de la temporada. No pudo disfrutar de esas jornadas en las que la gaita es un instrumento casi ineludible en fiestas estivales.

Confiesa que la música no es lo único que aprecia de Asturias. "Soy más de frío que de calor. Siempre he querido estar en el Norte, pero con la gente del sur; la gente 'de abajo' se echa de menos, aquí tenéis un humor diferente, más inteligente", señala la andaluza, que desmontó mitos de los asturianos con sus allegados: "Algunos piensan que todo es campo; me encantaría vivir aquí, con este clima, todo tan verde y... con gaita", sonríe.

"¿Me dejas coger la gaita?", pregunta con educación a Bras Rodrigo. El músico saca el instrumento de la funda, se lo muestra y le indica cómo ha de colocar el fuelle, el punteru... La andaluza está encantada, feliz. Tiene en sus manos algo por lo que esperaba desde que era pequeña.

Virginia Pájaro sonríe. Y cree haber cumplido, al menos en parte, un sueño. Nunca antes había tenido una gaita tan cerca, ese instrumento que ella escuchaba en discos desde su San Fernando natal, la localidad que vio crecer al más grande de los artistas flamencos de todos los tiempos. En su equipo de música, siempre sonaron temas como el "Busindre reel" antes que las bulerías. Siendo una niña bailó sevillanas, pero no le convenció, y cuando creció orientó sus oídos al norte y se dejó llevar por canciones con gaita. Ahora está en Avilés, juega de poste -no le gusta la palabra pivot- en el Avilés Basket, estudia Filología Hispánica y quiere alistarse en el ejército. Y si el tiempo se lo permite -ganas no le faltan- aprenderá a tocar la gaita, algo atípico en una joven criada en la cuna del flamenco.

Compartir el artículo

stats