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ROSA NAVARRO | Filóloga y catedrática de Literatura Española de la Universidad de Barcelona

"Ya podía algún político aprender del Cid, que hasta desterrado abría la puerta al diálogo"

"Es inútil, además de una tortura, que un niño lea un texto clásico; debemos adaptarlos a un idioma que comprenda"

Rosa Navarro, ayer, en Avilés. RICARDO SOLÍS

La filóloga y catedrática Rosa Navarro (Figueras, 1947) lleva toda esta semana de visita por colegios e institutos de la región para impartir conferencias relacionadas con uno de los temas que mejor maneja: la literatura del Siglo de Oro. Autora de varias adaptaciones didácticas de novelas clásicas como "Ilíada", "Odisea", "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha" o "El lazarillo de Tormes", la experta considera que los estudiantes deben poder acceder a una versión "filtrada" de las grandes obras de la literatura para poder apreciar y asimilar sus lecciones. Ayer, en el colegio Santo Ángel, Navarro compartió con los alumnos de 3ª de la ESO la riqueza argumental de la obra cervantina.

- ¿Por qué deben leer las nuevas generaciones versiones adaptadas de los clásicos?

-Porque pretender que lean las versiones originales es inasumible, un disparate. Adaptamos las lecciones sobre cualquier tema a las edades y competencias de los niños y adolescentes, así que con los libros el mecanismo debería ser el mismo. Un chaval de diez años no puede comprender las aventuras del Quijote y reírse, como yo lo hago, si no se le procesa el texto en un idioma que maneje y comprenda.

- ¿Pero se puede respetar el mensaje original?

-¡Claro! Yo en mis adaptaciones eso me lo tomo muy en serio. Me preocupo hasta de mantener el ritmo de la narrativa. Lo que es obvio es que darle a un niño una versión cruda del "Cantar de mío Cid", por ejemplo, sería una tortura. Y sería también un gesto inútil, porque de nada sirve que los niños lean y lean páginas de texto que nosotros los mayores consideramos magistrales si ellos todavía no las pueden comprender.

- Eso no quita que en la edad adulta puedan, ahora sí, recaer en la versión original.

-Eso sería lo ideal. Yo en estos años como adaptadora he encontrado dos perfiles de lectores jóvenes. Uno es el que usted dice, el formado por niños que adquieren la vocación lectora y cuando pasan unos años cogen los libros clásicos de la estantería y los disfrutan. Luego hay otro perfil que no, a los alumnos de este grupo no les entusiasma la temática y no regresan jamás a los clásicos. Pero, si eso pasa, al menos sabemos que las nociones imprescindibles de los grandes clásicos ya las han aprendido.

- Tampoco se puede ver como un despropósito que un niño no quiera leer "La Celestina".

-No, no, claro. Ellos si entran en una librería ya tienen una oferta que se adecua a su gusto. Pero es que esa labor es nuestra, no suya. Nosotros, como padres y educadores, debemos ponerles entre las manos los libros que escribieron los grandes autores. No podemos dejar que pierdan esas lecturas.

- Tienen vigencia actual los clásicos de hace siglos.

-¡Muchísima! Por ejemplo, el independentismo. Yo es que ando un poco encendida con este tema. El Cid es desterrado de sus tierras, pero sigue enviando regalos a su monarca porque no quiere cortar vínculos, quiere mantener abierta la posibilidad del diálogo. De eso podrían aprender ya no solo los niños sino también más de un político. Ah, y el Cid también lucha contra los hombres que desprecian a las mujeres. Es un valor que siempre intento destacar porque seguimos viendo comportamientos machistas en gente joven.

- Pero muchos siguen identificando un clásico con un ladrillo de literatura aburridísima.

-Ese es el gran bloque que hay que romper. Yo me río a carcajada limpia leyendo las hazañas del Quijote. Cervantes, además, es que era un tipo muy sabio; en sus libros hay una estructura argumental tremenda. Todo pasa por algo. Los clásicos son útiles porque siempre que los relees descubres algo nuevo. Para los niños, son como un caramelo con vitaminas. Y es nuestro deber que se nutran bien. Cuando crezcan, que hagan lo que quieran. Muchos adultos presumen de que Cervantes es español y no se han leído jamás un libro suyo. Se trata de no perpetuar esa práctica tan absurda; cambiar esa visión tan plana de la literatura.

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