Cuando hace más de setenta años abrió por primera vez el bar La Araña, pocos hubieran esperado una historia tan larga por delante: en pleno Sabugo, a un paso de la iglesia vieja, en el corazón de uno de los barrios más singulares de Avilés. El hostelero local José Antonio Loya y su hijo Abraham han decidido sumarse a esta extensa trayectoria reabriendo el restaurante, que llevaba tiempo cerrado. "Estamos haciendo obras. Estamos pendientes de los últimos detalles, pero calculamos que entre finales de febrero y comienzos de marzo podremos abrir", admite José Loya, hostelero veterano, hijo de Félix, el fundador del San Félix, en la avenida de Los Telares. "Queremos contribuir a levantar la principal plaza de Sabugo", añade.

La Araña se llamará a partir de ahora La Quinta Araña. "Por dos razones: porque seremos los quintos en dirigir el local y como recuerdo a La Quintana", asegura Loya. Y es que La Quintana fue el local que durante quince años dirigió el propio Loya en Ingenieros.

El cambio sustancial de la "nueva" Araña con respecto a las anteriores es que abrirá también el primer piso del edificio histórico, una casa popular levantada a comienzos del siglo XX y que guarda las trazas y la señas de identidad de un poblado que siempre había mirado al mar, a la pesca. "Hemos hecho una ampliación abajo para poder dar de comer a entre 35 y 40 personas. Además, arriba, abriremos para 50 más", dice el nuevo gerente del local al que han accedido "en alquiler con opción a compra", según explica el popular hostelero avilesino, que comenzó su carrera en el Real Balneario, pasó por Hotel San Félix, participó en la apertura del pub Plazas, en El Carbayedo y estuvo menos de un año al frente de El Bosque, cerca del límite entre Avilés y Castrillón.

El negocio que se plantean los dos Loya, según explica José Antonio, es ante todo para dar almuerzos. "Las cenas, de momento, no", apunta. Los quintos de La Araña echan a andar en un bar que fundó Ramón Menéndez, "Mahoma", uno de los avilesinos más populares de mitad del siglo pasado. Su bar, con arañas, fue un imán de tardes y noches de ocio. Los más veteranos recuerdan que lo adornaba con artilugios especialmente llamativos, como una jaula que decía que había ocupado el emperador francés Napoleón Bonaparte.