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CARLOS MORÁN | Presidente de la Red Española de Teatros, Circuitos y Festivales

"Si no interviene la Administración pública, la creación teatral es imposible"

"Las subvenciones están generando una cierta inflación de espectáculos, pero no se cerrará el grifo a la producción"

Carlos Morán, ayer, en el Centro Niemeyer. MARA VILLAMUZA

Carlos Morán, que es el programador de Serantes Kultur Aretoa de Santurce, en Vizcaya, preside la Red Española de Teatros, una entidad que agrupa a más de 700 espacios escénicos públicos de todo el país. Su junta directiva se reunió ayer a mediodía en el Centro Niemeyer. Poco antes, atendió a LA NUEVA ESPAÑA en una de las salas de reuniones del complejo cultural de la ría.

- ¿Para qué sirve la Red Española de Teatros?

-La asociación es un punto de encuentro de aproximadamente setecientos espacios escénicos públicos de todo el país. Son los que están asociados: directa o indirectamente. Nos llamamos Red Española para resumir, pero nuestro nombre oficial es Red Española de Teatros, Auditorios, Festivales y Circuitos de titularidad pública. Somos ciento sesenta socios los que nos organizamos para tener un espacio de encuentro en el que los programadores y responsables políticos podemos afrontar entre todos los problemas que nos atañen a todos y que solitariamente hubieran sido difíciles de resolver.

- ¿Cómo cuáles?

-Para empezar la propia dinámica de los públicos, que suben y bajan. Ante esta situación nos preguntamos cómo abordar nuestras programaciones. La propia relación entre nosotros, la dinámica de encuentros que crece a través de las asambleas, permite la reflexión de los socios, el intercambio de experiencias de buenas prácticas y la generación de relaciones, formales o informales.

- ¿El teatro es un negocio público?

-Básicamente. El teatro que había anteriormente a los ochenta estaba muy localizado en Madrid, en Barcelona y en algunas ciudades donde sólo se programaba coincidiendo con las fiestas mayores. Tras la recuperación democrática, se produjo un impulso en la democratización de la cultura y también en la recuperación de un montón de espacios escénicos, como el Palacio Valdés, en Avilés. A partir de ahí ha crecido la apuesta pública por los teatros. Esto se traduce en que el 80 por ciento de los escenarios españoles son públicos. El sector privado lo que hace, básicamente, es producir y esa actividad se sustenta, en buena medida, por las subvenciones que se reciben de las administraciones públicas.

- ¿Y eso es bueno?

-Es inevitable. La creación no está determinada por las subvenciones. Cuando pago un caché que no voy a recuperar en la taquilla lo que estoy haciendo es subvencionar el espectáculo. Si no lo hiciera, ese espectáculo no se exhibiría y si no se exhibe, no hay creación posible. Creo que es un deber que la Administración intervenga en la cultura. Igual pasa en la educación. El sistema escénico es un servicio público, sírvase por quien se sirva: por un operador público o privado. Un teatro privado me parece que da un servicio público y las instituciones deben apoyarlo, como se apoya un colegio concertado. Una sociedad sana es esa en la que los ciudadanos pueden acceder a la cultura.

- ¿No condiciona de verdad que el único cliente del teatro sea la Administración?

-Condiciona más el público. No creo que sea algo relevante que estemos en año Quijote y se produzcan obras relacionadas con el Quijote. Esto es anecdótico. Si no interviene la Administración pública, la creación teatral en este país es imposible. Es una falacia que los teatros privados sean más eficientes. Si nos retiráramos del teatro, -y, a veces, se apela a ello-, se provocaría un desastre.

- O sea, que no dictan el devenir del teatro.

-Las subvenciones están generando una cierta inflación de espectáculos: hay más de los que se pueden consumir. Por otra parte, la Administración nunca cerró el grifo, nunca ha ordenado que se produzca lo que es factible exhibir. La libertad de creación nunca se ha vulnerado. Si no hay intervención de lo público en toda la cadena de valor de las artes escénicas, estas no existirían.

- Sólo se programa los fines de semana. ¿Los programadores han decidido que los miércoles no vaya nadie al teatro?

-Es un problema objetivo. No podemos confundir la realidad con nuestra voluntad. El teatro compite con todo el ocio. La oferta es tan inmensa que uno no tiene tiempo real para consumirla. Por su propia marcha, el teatro se consume los fines de semana. Además, se multiplican los espacios y, con ello, se reduce tu masa crítica. Los miércoles son para otra cosa.

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