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El Dj que seguía a Sid Vicious

Pablo Águila empezó con el bajo y ahora es pinchadiscos: "Mezclo canciones para lograr algo nuevo"

Pablo Águila, con su mesa de mezclas. MARA VILLAMUZA

Pablo Águila quería seguir los pasos de Sid Vicious cuando una mesa de mezclas se cruzó en su vida. En la jerga de los Dj, este joven de 22 años que pincha en varios bares del centro de Avilés, se considera "mixer", es decir mezclador. En realidad, nunca ha compuesto un tema propio, pero tiene una certera habilidad para mezclar canciones de los demás y crear una pista nueva, de ritmo perfecto y compás efímero, porque no acostumbra a grabar sus sesiones. "Lo mío tiene que ser en el momento. Tiendo a improvisar", remarca con cierto orgullo este chaval, que se inició en la música desde el rock.

"Yo empecé tocando el bajo. Ensayaba con canciones de 'Green Day', 'Sum 41' y demás. También me gustaba escuchar música electrónica. Cuando mi hermano abrió su bar y me dio la oportunidad de pinchar, vendí el bajo y me pillé una tarjeta de sonido", apunta. Águila, entonces con 14 años, se vio rodeado de gente que le alababa por su pericia en la mesa de mezclas. Y, definitivamente, abandonó las cuerdas para quedarse con los mezcladores y los ecualizadores.

"Ganas tu propio dinero. Yo siempre he querido ser lo más económicamente independiente de mis padres. Pero, sobre todo, la mejor experiencia es la cantidad de gente que conoces". Lo dice porque siendo todavía adolescente pasó en pocas semanas de escuchar en casa a sus ídolos, a compartir cartel con ellos. "De un día para otro me vi pinchando con Cristian Varela, Michel Cleis o Edu Imbernon. Son gente que en el mundillo son muy conocidos. Es como jugar en el juvenil del Sporting y que te llamen a jugar con el primer equipo. Es muy grande", compara.

Poco a poco, Águila fue subiendo de nivel. Y del local de su hermano, donde ahora hay una cafetería en la plaza de La Merced, pasó a una conocida discoteca del paseo de la ría. "La verdad es que me hizo madurar. Pasó de ser un hobby a tomarlo con más seriedad", dice. Y es que, a medida que sus bolos se iban haciendo de más enjundia, el pinchadiscos iba mejorando su mesa de mezclas. Ahora, tiene una flamante DDJ-T1, valorada en unos 850 euros. "Puedo mezclar hasta cuatro canciones a la vez. Las hay que te permiten hasta 8 mezclas distintas, pero la mía no está mal", señala.

Cuando se le pregunta por su música, Águila resulta ser todo un entendido y sabe diferenciar entre las variedades de la electrónica. Pero, al final, confirma lo que los profanos sienten a veces cuando se acercan al género. "Esto es el punchi punchi que diría mi madre", cuenta, entre risas. "Pero tiene un algo. Una sensación de que todo encaja a la perfección. Es cierto, yo no compongo nada que sea mío. Pero al mezclar lo de los demás, consigo algo totalmente diferente", cierra en una lapidaria frase definitoria.

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