La iglesia de San Nicolás de Bari es el escenario en el que, tradicionalmente, se abre la Semana Santa avilesina. El principal templo de la villa se llenó ayer para escuchar las palabras del historiador Javier Menéndez Ferré que sirvieron como introducción a la celebración que comienza efectivamente el domingo con la popular procesión de la Borriquilla.

La concejala del PP Ana Bretón y sus excompañeros, los tránsfugas Constantino Álvarez y Alfonso Araujo, asistieron a la lectura del pregón, entre reivindicativo y pertinaz. Dijo Menéndez Ferré que la Semana Santa tiene futuro, pero destacó que en él "no tienen cabida los egos y los enfrentamientos" porque "por el contrario, se hace necesaria la presencia de personas con ánimo de aportar su esfuerzo, de sumar voluntades en pos del bien general de la Semana Santa y, en consecuencia, de Avilés".

El párroco Alfonso López Menéndez presidió la misa que siguió a la intervención de Menéndez Ferré, el comisario de la exposición de enseres religiosos que estos días se puede ver en el Museo de la Historia Urbana de Avilés. Menéndez Ferré reccorrió en su discurso la historia de la devoción y, al tiempo, reclamó el compromiso de los organizadores con la fiesta. Y es que señaló: "la Semana Santa de Avilés es pasado y es presente, pero también debemos mirar por su futuro". Un futuro en el que sobran aquellos que se acercan a ella con afán oportunista, persiguiendo intereses particulares. Para el historiador avilesino: "La Semana Santa no se construye en sus vísperas, sino que supone el trabajo de todo un año, es fruto del esfuerzo de muchos hombres y mujeres que la mayoría de las veces aportan ese pequeño, pero importante, grano de arena". Ferré destacó, asimismo, "el trabajo de parroquias, cofradías, de las instituciones públicas y privadas, de asociaciones, de los medios de comunicación. Todos ellos, elementos esenciales en su organización y su difusión". Reclamó proteger "con mimo y esmero" la celebración "para que siga siendo un motivo de orgullo para nuestra ciudad".

Menéndez Ferré también analizó la Semana Santa como un espejo que descubre "un inigualable repertorio de humanidad". Para ilustrar esta afirmación puso varios ejemplos: "El dolor y la soledad que expresa una madre, María, por el padecimiento y muerte de su hijo. La lealtad de un pariente y amigo, como es Juan. El sacrificio de un hijo por amor a su padre. Un hijo que es también hombre y, como tal, ruega a su padre en un momento de debilidad que le libre de la muerte a la que se enfrenta".

La historia de la pasión y muerte de Jesús tienen más reflejos en el alma de los hombres. Mencionó en este punto "la traición de un Judas que vende a su maestro, a su amigo, por treinta monedas" y concluyó destacando "el temor que arrastra a Pedro a negar tres veces a su maestro, sus lágrimas de contrición, la aflicción por sus actos, y la capacidad para sobreponerse a ellos y convertirse en el hombre que debía ser".