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FRANCISCO BLANCO MARTÍN | Pregonero de La Soledad

"La actitud sencilla del Papa no es una pose, en Buenos Aires no usaba ni coche"

"La falta de oportunidades, la gente sin trabajo, la sanidad indigna, los inmigrantes sin recursos... ésas son las cruces de nuestro tiempo"

Francisco Blanco Martín.

El sacerdote Francisco Blanco Martín será el encargado de dar el próximo viernes el pregón de la cofradía de la Soledad. Natural de Valladolid, tiene una gran vinculación con Avilés, donde residen varios de sus hermanos. Actualmente se desempeña a sus 71 años como superior provincial de los misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, en la parroquia madrileña de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. En su periplo por el mundo, coincidió en Argentina con el Papa Francisco, con el que mantuvo una relación cercana a principios de los años 90, cuando Jorge Mario Berboglio fue ordenado como obispo auxiliar de la arquidiocesis de Buenos Aires.

- En primer lugar, ¿qué supone para usted ser el pregonero de la cofradía de la Soledad?

-Para mí es un gran placer aunque tampoco me quedó más remedio. Me lo pidieron insistentemente varios de los compañeros. Es un gran momento para compartir la fe cristiana y más en una cofradía como ésta, que vive un momento tan efervescente de actividad.

- ¿Lo dice por el Lignum Crucis?

-Está claro que es una de las grandes reliquias medievales. Es importante conservarla correctamente porque está atrayendo a muchos peregrinos. Para los cristianos los símbolos son importantes. Pero más que el trozo de madera, es lo que representa: las cruces que cargamos en nuestra vida.

- A su juicio, ¿cuáles son esas cruces en Avilés?

-Es el día a día: falta de oportunidades, gente que carece de trabajo, sanidad indigna, inmigrantes sin recursos. Avilés no es diferente a otros muchos sitios en ese aspecto. Pero una de las grandes cruces de nuestro tiempo es precisamente la soledad. No sé si es el mayor problema. Pero como dice el Papa Francisco, como cristianos debemos atender a todo aquel que sufre.

- Precisamente, usted es amigo personal del Sumo Pontífice.

-No tanto como eso. En estos años hemos coincidido dos minutos durante una visita mía a Roma. Mantuvimos relación cuando él estaba todavía en Buenos Aires. Como mi superior, teníamos nuestras charlas porque él venía mucho por mi parroquia y también por el resto. Siempre fue un hombre preocupado por los demás.

- ¿Qué recuerda del Papa cuando no era el Papa?

-Bueno, hay muchas anécdotas. Se dice que su actitud sencilla es una pose, una maniobra de marketing. Yo estoy en disposición de afirmar que no es así. En 20 años que estuve en Buenos Aires, nunca jamás vino a mi parroquia en coche. A él le gustaba mucho echarse a la calle. Estar en el día a día. Saludar. Estoy convencido de que ahora, siendo el Sumo Pontífice, sufre por no poder mostrarse tan cercano con todos los necesitados que hay en el mundo.

- Su vinculación con Avilés, viene desde pequeño. ¿Qué recuerda de esos años?

-Avilés siempre ha sido un sitio agradable para mí. Durante el seminario, mis veranos los pasaba ahí, trabajando en Montajes Nervión, que de aquella trabajaba fundamentalmente para Ensidesa. Eran principios de los años setenta y tengo muy gratos de recuerdos. Me trataron muy bien en Avilés y fue un placer poder formar parte de los problemas de aquellos años.

- ¿Volvió?

-Siempre que tengo oportunidad lo hago. Siempre que he estado de vacaciones y ha coincidido que estaba en España, he ido porque sigo teniendo cuatro hermanos allí y muchos sacerdotes amigos míos. Es increíble lo que ha cambiado la ciudad, lo limpia que está ahora en comparación con aquellos años. No perdono un paseo por la zona de la ría.

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