Cuenta la leyenda que el monje irlandés Samalandrán zarpó rumbo a Avilés en busca de la isla Paraíso Terrenal. Desdembarcó en medio de la ría, en una superficie plana, creyendo haber llegado a su destino pero, al encender una hoguera, el suelo comenzó a temblar y el viajero descubrió, aterrado, que en realidad había acabado sobre una ballena gigante. Así lo aprendieron ayer los niños del colegio Sabugo, que en plena celebración de su semana cultural de final de trimestre dedicaron la jornada lectiva a recuperar esta historia junto a la de "Los rucherinos", como se conoce a los vecinos que, durante siglos, vivieron de los objetos que recolectaban en las orillas de la ría. "Para ellos, es muy motivador estudiar historias que les resultan cercanas. Samalandrán ya es todo un mito en este colegio", explicó el docente y organizador Víctor Raúl Pintado.

La historia alrededor de la rucha -así se denominan en la región los desechos que el agua arrastra a las orillas- tiene dos versiones. La más fantasiosa parte de la idea de que los dedicados a recoger objetos eran piratas, que llegaban incluso a iluminar con sus cegadores focos a barcos vecinos para provocar su naufragio y conseguir su botín con el arrastre de la marea. La otra versión cuenta con dos avilesinos de carne y hueso: José Rodil y Dolores Pulido. El matrimonio es conocido por haber sido el último de la villa en vivir de la rucha de la ría. Dos personajes disfrazados de la pareja, junto al irlandés Samalandrán -según Leire Menéndez, de 4 años, "un señor con barba que no habla bien español"- dinamizaron ayer una mañana de charlas informativas, bailes tradicionales y un almuerzo con bollos y huevos de pascua.