La compañía de danza "Larreal" puso en pie ayer el teatro Palacio Valdés. Los estudiados movimientos de los componentes del grupo perteneciente al Real Conservatorio Profesional de Danza de la Comunidad de Madrid "Mariemma" cautivaron al público que se entregó desde el primer minuto a los bailes y danzas. Con esas coreografías, se puso el broche de oro a la II Semana Cultural del Conservatorio municipal Julián Orbón.

Los jóvenes bailarines abrieron su espectáculo con una pieza clásica, la Rapsodia número 2 de Rachmaninov, y con coreografía de Ricardo Franco. La danza de casi 20 minutos abrió boca para una función, que no dejó indiferente a nadie. "Brutal, increíble", se oía comentar a los asistentes a la salida del teatro.

Los bailarines zapateaban sobre el escenario, tocaban castañuelas y daban armónicos saltos. Movimientos dulces acompasados, sencillos y elevados compaginaban con sus vestuarios de tonos negros, rojos y blancos en la primera parte del espectáculo.

El grupo que dirige Mar Mel ya consiguió encandilar al público avilesino el pasado año y lo volvió a hacer de nuevo. Los jóvenes valores de la danza nacional estaban ayer en Avilés y el público lo premió con aplausos y más aplausos, con vítores y bravos en cada una de las coreografías, bien fueran clásicas o contemporáneas. Un baile con mantón, un guiño al soul de Etta James, al "Ojalá" de Silvio Rodríguez y piezas francesas e italianas llevaron al público a un universo paralelo en el que la danza controlaba todo. Bailes individuales, en pareja y en grupos, movimientos de brazos y piernas que dramatizaban cada uno de los compases que dibujaban las melodías enlatadas.

Y así durante algo más de una hora en la que no hubo respiro. Y, como colofón, "Nada más y nada menos", una pieza con música del músico gallego Carlos Nuñez y coreografía de Miguel Fuente. En el escenario, 17 bailarines, chicos y chicas, que lo dieron todo de un lado a otro de las tablas. El público se creció y comenzó a marcar con las palmas cada uno de los compases del tema de Nuñez. Los asistentes se levantaron una vez de los asientos para seguir aplaudiendo con más fuerza y, cuando la pieza acabó y los bailarines saludaron desde el escenario, fue la apoteosis. Vítores y más aplausos para cerrar una semana en la que la danza se hizo un hueco por todo lo alto.