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El recreo contra el aislamiento autista

Un profesor impulsa otro modelo para alumnos con TEA: "Hay que buscar su inclusión en todo el centro, más allá de la ayuda del especialista"

Carlos García Junco con su libro "¿A qué jugamos?". R. SOLÍS

Uno de cada 68 niños nace con autismo, trastorno crónico que se caracteriza, entre otros aspectos, por la dificultad para mantener relaciones afectivas y sociales con otras personas, lo que en diversas ocasiones provoca situaciones de aislamiento, explica Carlos García Junco, logopeda, profesor de Primaria en el colegio La Inmaculada de Oviedo, y autor del libro "¿A qué jugamos?", sobre la inclusión de los alumnos con Trastorno del Espectro Autista (TEA) durante el tiempo del recreo en los centros escolares. El autor acaba de presentar el libro a los docentes de varios centros de Avilés, ciudad a la que está vinculado a través de numerosos compañeros. Considera que "el aislamiento debería desaparecer de los centros educativos".

"En los colegios hay maestros especializados en Pedagogía Terapéutica y Audición y Lenguaje que ayudan a los niños en las materias curriculares, pero se olvidan de la inclusión de los niños con sus iguales en la totalidad del centro", afirma este profesional, que se define como "pro inclusión de los jóvenes, tanto en un centro específico como ordinario". Crítico con la realidad de los colegios, relata con pesadumbre cómo se vive este asunto en las dependencias educativas. "Es frecuente observar a niños con trastorno autista aislados en los recreos y los maestros y compañeros habituados a dichas situaciones sin buscar alternativas o métodos para intervenir", comenta.

Precisamente la observación como docente de los niños solos en el patio o en los parques, añadido a las gratas experiencias infantiles que acumula en torno al juego, le han llevado a reflexionar sobre la necesidad de actuar en este ámbito y emprender un proyecto que ha basado en el trabajo "Patios y parques dinámicos", de Gey Lagar. Su estudio parte de un caso real, el del seguimiento de un alumno autista escolarizado en La Inmaculada, de diez años que abría y cerraba puertas de forma continua y, a día de hoy, "ya no hay que estar detrás de él porque interactua y juega con sus compañeros".

En el libro, que comienza con una reseña teórica sobre el TEA, García Junco describe las habilidades sociales de estos alumnos y su relación con el juego; muestra pautas y estrategias para abordar el problema del aislamiento en los centros escolares y, sobre todo, en los periodos de juego y recreo. Asimismo, incluye un fichero de juegos estructurado por etapas educativas para poner en practica el proyecto "¿A qué jugamos?".

Si bien se manifiesta un defensor a ultranza del juego por representar un papel relevante en el desarrollo y la formación de los pequeños, además de ser una herramienta para establecer vínculos afectivos con el resto de los compañeros, considera que "no se debe forzar a la actividad, ya que el juego es libre". Por ello, para introducir al alumno en el pasatiempo, relata, "se trabaja el tipo de juego con los profesores de Educación Física, Audición y Lenguaje y Pedagogía Terapéutica". Incluso se implica a alumnos de más edad, indica, que hacen de profesores para los pequeños.

Para alcanzar los objetivos perseguidos en el programa debe haber una implicación del profesorado, el proyecto ha de estar estructurado y mantener una continuidad en el tiempo, subraya el docente, que hace hincapié en la variedad de alumnos que pueblan las aulas. "Todos son diferentes, por lo que no podemos seguir métodos de enseñanza y aprendizaje iguales para todos; la escuela tiene que evolucionar a la vez que lo hace la sociedad", recalca Carlos García Junco, crítico con las barreras que impone el sistema educativo en las escuela y que dice "hay que saber esquivar".

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