Cuando José Sacristán se mete en su papel creado por el dramaturgo David Mamet es una bestia sin alma, un hombre capaz de encarnar en su misma persona el poder y la corrupción y así lo lleva haciendo dos años y medio. con sus "Muñecas de porcelana" a cuestas de teatro en teatro. Si anteayer encandiló al público con su papel en el Teatro Jovellanos de Gijón, ayer lo volvió a repetir en el Palacio Valdés de Avilés, pero con un punto más de intensidad, porque era la última función de una éxitosa obra dirigida por Juan Carlos Rubio, y que hasta la fecha, es decir, siempre, ha recibido el respaldo de la crítica y del público.

Avilés entiende de teatro y no quería ser menos. El público avilesino no quería perderse la pieza en la que José Sacristán se convierte en un "tiburón" que se mueve por poder, por dinero y se guía por tramas corruptas para conseguir sus objetivos.

Todas las localidades estaban vendidas, las setecientas que conforman el aforo del odeón avilesino y todos, sin excepción, aplaudieron sin cesar el montaje en el que José Sacristán, un actor de ochenta años que muestra una increíble vitalidad sobre las tablas, comparte con Javier Godino.

La escena pone sobre la mesa algunos pecados capitales tales como la soberbia o la enviada, propio de mentes ambiciosas que, en ocasiones, no ven más allá de sus deseos de poder.

Al final, los aplausos no cesaban. Fue entonces cuando Sacristán salió de nuevo al escenario, los paró y se despidió del público: "Siempre es un gusto despedir una gira en un templo como el Palacio Valdés".