Llanuces (Quirós),

Roberto F. OSORIO

El retablo del Cristo de Llanuces recupera su antiguo esplendor, todos sus colores y sus formas, con la restauración de la que está siendo objeto. La empresa encargada, CTC, lleva dos meses realizando los trabajos que sacarán a la luz los antiguos colores del siglo XVIII, cuando Antonio de Borja lo construyó. Sonia García, licenciada en Restauración por la Universidad de Granada, y Laura Rodríguez, diplomada por la Escuela Superior de Arte del Principado, son las encargadas de dicha labor, bajo la dirección de Magdalena Aguirregomezcorta.

El retablo se hallaba en muy malas condiciones, afectado por un ataque masivo de xilófagos. La carcoma devoró buena parte del artesonado, convirtiendo en material muy blando o en polvo la madera de castaño.

Un retablo es un gran puzle, según Sonia García. Se montaba una estructura que, por suerte, se encuentra en mejor estado que las otras piezas artísticas y sobre ésta se iba integrando el resto del retablo. Éste tiene tres partes: la predela o banco, en la parte baja; por encima, el primer cuerpo o cuerpo central, y el ático, sobre el anterior. Asimismo, tiene tres calles o lugares donde colocar las imágenes religiosas, en este caso la Virgen Dolorosa, San Juan Evangelista y, la más importante, el Cristo atado a la columna de estilo barroco. Éste es el único ejemplo en Asturias de este tipo, según el profesor Samaniego Burgos. Tiene, además, una decoración en las columnas salomónicas, la primera en Asturias, con hojas de vides y racimos de uvas. Las imágenes, tallas pintadas al óleo, fueron restauradas en el taller de la empresa, mientras que el resto del retablo lo fue en la propia iglesia de Llanuces.

La iglesia de Santa María de Llanuces fue construida en el año 1549 por la familia Miranda. Sustituyó al viejo templo de San Juan, situado en un recinto castreño cercano. Fue reparada el año pasado, pues presentaba muchas filtraciones y humedades.

El proceso

El primer paso en esta restauración fue un tratamiento de desinsectación para eliminar la carcoma. Después, se procedió a consolidar la madera con inyecciones de resina y con productos químicos que endurecen las partes más blandas y afectadas. Le siguen una limpieza mecánico-manual de toda la estructura y una limpieza química con disolventes que elimina la suciedad incrustada, los humos y el barniz.

Al término de estos procedimientos comienza la verdadera labor de recuperación artística. Se procede al sentado del color de las policromías y oros con inyecciones de adhesivo sintético, y se reconstruyen volúmenes con resina, partes de piezas que han desaparecido. Luego vendrá la reintegración cromática para recuperar los colores originales con acuarelas y materiales estables y reversibles. Esto quiere decir que se emplean elementos que se puedan retirar fácilmente con agua y que no cambien de tono ni de color con el paso del tiempo. Así se favorecen restauraciones futuras. El último paso es la aplicación de un barniz de protección.

Muchas horas de trabajo con frío, humedad y en presencia de agentes químicos presiden las labores de restauración. Unas labores que, en muchas ocasiones, se hacen casi por amor al arte, pues los salarios no se adecuan al esfuerzo invertido, no hay convenio colectivo y el reconocimiento es escaso. Según Sonia García y Laura Rodríguez, este trabajo no es económicamente rentable, tiene poca salida y hay poca concienciación por parte de las instituciones públicas y privadas para recuperar el ingente patrimonio civil y religioso.