Gijón, Ángel CABRANES

Dos grandes postes caídos en el suelo por la sacudida de un vendaval y buena parte del material eléctrico saqueado por algún oportunista. Hasta hace escasas semanas, ése era el aspecto del San Martín II, el campo de arena en el que se entrena el Veriña. Las pobres instalaciones del club gijonés permiten escaso margen de mejora: están ubicadas sobre terreno expropiado y la administración ha centrado la inversión en un nuevo campo que lleva años en proyecto de construcción. Sin apenas suministro de luz despidieron la pasada campaña e iniciaron la presente, algo que no ha impedido que coloquen al conjunto juvenil como líder destacado de la Liga Nacional. Todo, trabajando baja la tenue luz de la luna.

«Llegó un punto en el que entrenábamos mal y poco, pero se entrenaba». Rubén Jiménez es el técnico del primer juvenil del Veriña, el conjunto abanderado de los más de 200 jugadores que componen el club gijonés. Con más ganas que medios se han ido sobreponiendo a una situación que, finalmente, ha encontrado un pequeño remiendo dentro del desmoronamiento que están sufriendo sus instalaciones. «La concejalía de Deportes y Medio Rural atendieron nuestras peticiones y, hace unas semanas, nos ayudaron a colocar dos nuevos postes de luz, además de revisar la instalación eléctrica. Al menos, da para seguir adelante», explica Gonzalo Llano, presidente del Veriña.

Los triunfos del Liga Nacional en la segunda categoría más importante del fútbol juvenil han correspondido a tantas horas de barro y penumbra. «Los guajes y los padres son los que tiran del club. Mientras unos llevan diez años de hierba sintética, nosotros llevamos otro diez en miseria sintética», reivindica Llano. El hecho de que formen parte del reducido grupo de conjuntos de Gijón que sigue sin disponer de al menos un terreno de juego de última generación motiva su enfado.

El Veriña lleva años esperando que vea la luz el área residencial EcoJove, una zona en la que se edificarán unas 1.900 viviendas y en la que el Ayuntamiento de Gijón acordó con la constructora ceder parte del espacio para la creación de dos nuevos campos de fútbol. Estos servirían para dar respuesta a las demandas del Veriña, además de la de otros equiposde la zona en una situación similar, como el Gijón Industrial y el Cimadevilla.

«Parece que a finales de este año empezarán a construir la primera fase, pero el nuevo campo está supeditado a la cesión de unas pequeñas fincas que todavía están sin expropiar», asegura Llano. El mandatario del conjunto rojinegro no está convencido de que la solución llegue a corto plazo. «Ojalá podamos tenerlo disponible en 2012 o 2013, pero lo veo un tanto complicado», añade.

El día a día devuelve al Veriña a la arena durante la semana y a la hierba natural de su principal campo, el San Martín, sólo los días de partido. Para los más pequeños, los que juegan en pista, el terreno está impracticable. «Hemos tenido que trasladarlos a los colegios García Lorca y Miguel de Cervantes. Nuestra cancha se cae a trozos», apunta Llano. Lo único intacto en Veriña sigue siendo la afición.

Gijón, Á. C.

La situación del Veriña no es la única en el fútbol base gijonés. A diario, clubes como el Gijón Industrial, Deva, Puerto de Gijón, Cimadevilla, Asunción o Estudiantes se sobreponen al escaso margen de maniobra que le permiten sus instalaciones. Todos ellos se entrenan en campos de arena (a excepción del Puerto, cuyo único campo, de hierba, termina embarrado en los primeros meses de la temporada). Todos lamentan que el hecho de no poder disponer de un campo de hierba sintética lastre su formación. «Competimos en inferioridad con otros equipos, no sólo por lo deportivo. Hay conjuntos abocados a la desaparición porque muchos niños deciden marcharse a entrenar con otros conjuntos en los que pueden entrenar en mejores condiciones», lamenta Gonzalo Llano. El Estudiantes es uno de los que ha buscado una solución dentro del escaso poder financiero en los que se mueven estos clubes. El Liga Nacional paga por ejercitase en el campo sintético de la Federación Asturiana, en Roces. Un oasis en el desierto de los modestos.