La cuenta atrás para el inicio de la Copa Confederaciones ya ha comenzado. Brasil, sin duda, parte como favorita ante Japón. Pero hubo un día en que la situación era similar: las mismas dos selecciones abrían su participación en los Juegos Olímpicos de Atlanta’96. Ganó Japón. Fue el “Milagro de Miami”.
Brasil llegaba a la cita olímpica del 96 como vigente campeona del mundo. Pese a ser un seleccionado sub-23, la constelación de estrellas que reunía era espectacular. La canarinha llegaba con Roberto Carlos, Bebeto, Rivaldo, Dida, Savio, Aldair, Juninho y, sobre todo, un joven portento al que poco le faltaba para ser el mejor del mundo: Ronaldo. Por entonces, aún era “Ronaldinho”. Japón ni siquiera había participado en un Mundial. Era la clásica “cenicienta”.
Los casi 50.000 espectadores del Orange Bowl de Miami esperaban ver una exhibición de Brasil. Pero la lección la dieron los nipones. Japón tejió una tela de araña azul casi infranqueable. Y el portero Kawaguchi aparecía sobrio ante cualquier mínimo despiste. El técnico brasileño Zagallo dio salida a Ronaldo, al cual reservaba ante el supuesto escaso nivel del rival. Pero la suerte se alió con Japón. Aldair y Dida no se entendieron en un balón largo al área. Teruyoshi Ito tan sólo tuvo que empujar el esférico al fondo de la red. Se había obrado el “Milagro de Miami”.
Aquel triunfo significó algo más que tres puntos para el fútbol nipón. Fue un punto de inflexión. Desde entonces Japón se ha clasificado para todos los Mundiales y se ha proclamado campeón de Asia en tres ocasiones. Ahora, en Brasilia, tiene la ocasión de volver a dar la gran campanada.