Las de calabacín son de las plantas más agradecidas que hay. Necesitan apenas cuidados, crecen contra viento y marea y, además, dan flores y frutos sin parar todo el verano. En la huerta ya me he encontrado el primer par de flores (no las cogí, allí quedaron hasta que la cosecha sea más abundante y pueda recoger unas cuantas para preparar una buena ración) y también un pequeño calabacín ya en crecimiento.