Dice Madoz, en su Diccionario (1845-1850) que los naturales del lugar no afean el grande hecho histórico de la batalla de Covadonga con cuentos ridÃculos; que sólo enseñan unas rocas de un granito muy grueso que se pegaron porque los moros las querÃan lanzar contra los cristianos, muestran también las rayas profundas de una peña a orillas del camino que son el resbalón de la mula de Pelayo, y por último, que el diablo (aquà colaborador de Cristo) se llevó al traidor don Oppas arrastrándolo por los cabellos (véase el chapitel de la puerta bizantina de Abamia). También dice que las paredes de la cueva, cerca de los sepulcros de los reyes, sirven de álbum para que jóvenes poetas asturianos troquelen sus firmas, entre ellos Campoamor. Bueno, Santina, en esta lÃnea de moderación y adoración, concédenos a los asturianos el doble de dos, ¡y que sean más de cuatro!