La vida sigue igual o no. Pero sigue. El tiempo pasa. La gente pasa casi de puntillas, sin tiempo para quedarse un rato más. Quedan las cosas. Cambian… Un verano sucede a otro y el espectáculo continúa.
La ciudad tuvo su ayer. Tiene un hoy y vendrá un mañana que llega enseguida para seguir con uno nuevo. Todo cambia aunque la vida siga más o menos igual. El mar y la arena están en el mismo sitio de siempre.
Los bañistas nadan y las criaturas ríen, como manda el guion del verano. El sol aprieta y ahoga… La siesta funciona para recargar motores. Y la película sigue su camino en sesión continua, en versión original y sin subtítulos.
Del celuloide pasamos al soporte digital. El blanco y negro cogió color. Un colorido con sus tonos oscuros y una agridulce partitura. Los veraneantes de aquí o de allá pasean. Toman fotos y refrescos y se dejan acariciar por las notas musicales de una serenata a la luz de la luna.
El calor no se apaga de noche. Llega la mañana siguiente y todo vuelve a empezar. No me pises que llevo chanclas. Y no te olvides la toalla cuando vayas a la playa, wo wo, sha la la, ye ye ye ye… Porque el turismo es un gran invento cinematográfico.
La vida, en fin, sigue igual o no. Pero sigue. En sesión continua.
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