Ángel

FERNÁNDEZ ORTEGA

La sierra de Peña Collada se localiza en el extremo meridional del municipio de Proaza. Se eleva desde la desembocadura de los ríos Teverga y Quirós y se extiende a caballo de sus respectivos valles, por donde discurren las dos variantes de la Senda del Oso. Más al Sur, la larga lomera se estira por el monte Michaoriu y el pico Cantu Las Vegas hasta enlazar con la sierra de la Sobia. Su máxima cota, de 1.103 metros, está ubicada en la cima de Peña Collada, una modesta pero quebrada montaña que es la tutora del asentamiento del Colladín y de uno de los yacimientos castreños asturianos, denominado el castro de Mingoyo. El Colladín fue habitado hasta el siglo XIX y el castro de Mingoyo, saqueado siglos atrás. Muchas de sus piedras fueron a parar a los pueblos limítrofes para levantar algunas de sus casas.

El territorio aquí descrito está configurado por una maraña vegetal donde proliferan los carrascos y el espino albar. También el pino ocupa toda ladera media del monte Oliz, roturado por una red de pistas y que vierte al río Quirós. No obstante, las majadas de altura entremezcladas con el bosque de hayas constituyen el testimonio y la presencia de una variada fauna donde el oso es uno de los mamíferos que dejan a menudo la huella de su paso.

Se recorrerá este territorio llevando a cabo una ruta circular que comienza en el pueblo de Santa María (550 metros). Esta aldea está situada en el valle del Trubia y su ermita está bajo la advocación de la Virgen de La Granda. Se accede desde la carretera AS-228 en el lugar de Las Ventas, donde se toma una escabrosa carretera de apenas dos kilómetros de longitud. El núcleo está dividido en los barrios de La Prida, La Villa Fondera y Rozada, escalonados en la ladera con edificaciones tradicionales, hórreos y paneras. Por encima del mismo se eleva el castro de Tornichón, que al decir de los lugareños tiene una cueva.

Se marcha desde la plaza principal a la búsqueda de una pista de montaña que procede de la carretera de acceso. Por ella vamos remontando el angosto valle que está vestido por un bosque de pinos y castaños, realizando varias revueltas que hacen más cómoda la ascensión. Más arriba desaparece el pinar y asoman los prados con cabañas abandonadas, a la vez que el horizonte se despeja hacia los paredones de La Sobia. Las panorámicas también son espectaculares hacia la vertiente opuesta, que abarca todo lo largo y ancho de la sierra de La Padiella. Tras un corto tramo en llano, una puerta de hierro nos da el paso a La Collada (972 metros) -4,9 kilómetros en una hora y diez minutos de marcha-. En esta jugosa campera vegetal encontramos un cerco para animales y también posee alguna que otra cabaña esparcida por el entorno. Desde este elevado lugar aparecen unas panorámicas que inciden de manera directa sobre el cercano Aramo y la Mortera de Caranga, con el pico Gorrión como referencia destacable.

La pista se planta en el lomo del cordal y a partir de aquí pierde su traza, reapareciendo un poco más adelante. Avanza con un claro cambio de sentido al Sudeste con una cierta subida que atraviesa por Grandizu y La Llomba hasta Colladiellu, donde se localiza una solitaria cabaña en ruinas. Después, enllanamos hacia la contigua majada de La Espina (1.027 m.) -6 kilómetros en hora y media- y punto culminante de esta ruta senderista. En medio de espineras y carrascos, que dibujan un cuadro de superior belleza, aparece otra cabaña, mientras que la traza de la pista vuelve a desaparecer en medio del sotobosque, pero enseguida hace acto de presencia con un pronunciado descenso y giro a la izquierda hasta alcanzar El Colladín (883 m.) -7 kilómetros en dos horas-. En la hermosa explanada, con cabañas en ruinas, se contempla el promontorio del castro de Mingoyo que dejamos a la derecha mientras nuestros pasos nos conducen a la salida de la campera, lugar donde retomamos la pista de tierra que no abandonaremos hasta el final de la ruta en la ermita de San Mamías. Siguiendo su gran traza tomamos el rumbo decidido hacia el fondo del valle, donde se contempla el núcleo habitado de Caranga de Arriba.

Nos adentramos en el bosque con un precipitado descenso, acompañados por el virginal río Mingoyo. Debemos atravesarlo en tres ocasiones y más abajo, a la altura del Cantu Trufabal, llegamos a un cruce de pistas, reconocible por la presencia de un depósito de aguas contra incendios. Proseguimos al frente hasta el siguiente crucero del alto de La Forcada, donde eludimos la pista que desciende a la derecha en dirección al pueblo Caranga. Esta variante constituye una alternativa de descenso entre castaños y hayas que en esta ocasión se soslayará para continuar la ruta por la pista que marcha al frente en dirección al Norte. De manera ondulante va superando el bosque de pinos hasta alcanzar un claro bajo la ladera oriental del pico Rausau. Seguidamente se halla un nuevo depósito de aguas que queda a la derecha de la marcha para introducir la ruta en otra maraña vegetal, en este caso de castaños, que nos dan sombra en el largo de todo el descenso que finaliza en el cruce de carreteras AS-228 y AS-229 en Caranga de Abajo (276 m.) -12,7 kilómetros en cuatro horas de marcha.