Avilés, Juan C. GALÁN

Patricia Carmona es de esas personas que cualquier club desearía tener. Entregada, activa, comprometida y, sobre todo, emprendedora. Cuando nadie daba un duro por el rugby, ella, auspiciada por el presidente del Belenos, Enrique Lucio, asumió las riendas de la escuela del club. Luchaba así contra dos prejuicios: la pátina de deporte violento que cubre al rugby, y la presencia de una mujer con un papel protagonista en un deporte considerado «cosa de hombres». Su trabajo ha tapado muchas bocas. Con medio centenar de críos bajo su dirección, el proyecto sólo puede ir a más.

-¿Cómo entró en contacto con el rugby?

-Fue a través de mi marido, Gabel, que ahora juega en el Belenos. Cuando éramos novios y él jugaba en la Atlética, iba a verlo al Suárez Puerta. Me enganché desde el primer momento. Por eso, cuando me propusieron entrenar con el equipo femenino, no me lo pensé. No llegué a jugar nunca, pero le cogí gusto.

-Cuándo veía jugar a la Atlética, ¿qué pensaba de ellos?

-Pues que estaban locos. El Suárez Puerta estaba en ruinas y, además, la Atlética no los apoyaba en nada. Ahora entiendo que, si el club les hubiera dado ese empujoncito que necesitaba el equipo, hubiéramos celebrado mucho antes lo que el Belenos está celebrando ahora.

-¿Qué le ve al rugby?

-Para mí, no es un deporte. Es una forma de vida. En mi casa todos tienen que ver con el rugby: mi marido juega, mi hijo está en la escuela del Belenos... Hasta mi hermano, Miguel, llegó a entrenar durante un tiempo al equipo juvenil.

-¿Cómo se decidió a asumir las riendas de la escuela del Belenos?

-Se lo tengo que agradecer al presidente, Enrique Lucio. Yo era muy activa, siempre colaboraba en todas las actividades del Belenos. Lucio se dio cuenta y me animó a sacar el título regional. Me pareció una locura porque, hace un par de años, nadie daba un duro por una escuela de rugby en Avilés. Me decidí porque veía que la gente consideraba el rugby un deporte violento y quería cambiar esa percepción. Y luego estaba mi hijo, Sergio. Quería que tuviera algo en común con su padre y pensé en el rugby. Por él me decidía a dar el paso.

-¿Fue la labor de captación lo más duro del proceso?

-El Belenos ya había asentado algún grupo de críos, sobre todo en el Colegio San Fernando, pero yo intenté extenderlo a los barrios. Empecé a través de algunas amigas mías que tenían a sus hijos en el Colegio de Villalegre. La cosa gustó y empezó a funcionar. Los críos que probaban volvían con otros dos o tres amigos. Así fuimos formando un grupo grande. Ahora tenemos tres equipos: uno prebenjamín, otro benjamín y otro infantil. Este año hemos ampliado a La Luz y Los Campos y ha salido una buena hornada, sobre todo de juveniles. El proyecto va cogiendo nombre y el Colegio El Vallín de Piedras Blancas nos ha solicitado que demos una clase de rugby en sus jornadas de deporte, el próximo 19 de junio.

-¿Cree que la gente sigue teniendo prejuicios acerca del rugby?

-Cada vez menos. Los padres comienzan a darse cuenta de que es un deporte de contacto, pero no violento. Lo básico, pasar el balón y las reglas más fáciles, se aprende en una semana, pero los críos ya quieren placar desde el primer día. Los profesores nos piden calma, y tienen razón. Además, una de las bazas de la escuela es tener unas instalaciones que son un lujo. Gracias al Ayuntamiento disponemos de un complejo deportivo en La Toba que es una pasada.

-¿Sigue chocando que una mujer dirija una escuela de rugby?

-Claro que choca. Cuando me presento como entrenadora de rugby, hay gente que no se lo cree. Incluso algunas madres de jugadores no lo acaban de asimilar, pero cuando ven el respeto que me tienen los chavales, cambian de opinión. Y es que no hay deportes para hombres o para mujeres. Hay deportes para personas.

-¿Cómo se hace para que un crío se enganche al rugby?

-Lo primero es conseguir que formen un grupo de amigos, que confíen en ellos fuera del campo. Para ello, son fundamentales los «terceros tiempos». Después de cada entrenamiento o cada partido, los padres preparan una merienda y eso favorece la unión.

-¿Cree que el proyecto ha avanzado este año?

-Por supuesto. Jugar el torneo internacional de Bohadilla (Madrid) ha sido crucial. Los críos se sintieron protagonistas y tuvieron muy claro que iban a aprender, no a ganar. Además, pudieron conocer la experiencia de otros clubes, sobre todo la del Bohadilla que, para nosotros, es un modelo.

-¿Qué se propone para el futuro?

-El objetivo es seguir creciendo. Hay muchas actividades pensadas para el verano, pero sólo son proyectos, no hay nada claro. Me gustaría hacer un torneo propio, pero está en pañales. Lo único seguro es que la escuela participará en el «seven playa» de Luanco a finales de julio.