Oviedo,

Marco RODRÍGUEZ

Jorge Núñez es incapaz de parar. El aventurero riosellano tiene un nuevo reto, el enésimo de su trayectoria a caballo entre el deporte y la aventura. Y no es que lo tenga en proyecto. Ya es una realidad porque, en menos de una semana, fue pensarlo y ejecutarlo. Jorge Núñez se ha desplazado hasta Argentina para afrontar en solitario desde el próximo lunes la mítica ascensión al Aconcagua.

«Me entró un caliente y lo decidí sin dudarlo». Es lo que responde el polifacético aventurero riosellano Jorge Nuñez cuando se le pregunta por qué se ha ido de nuevo en solitario a completar un reto. En este caso se trata de la ascensión al Aconcagua, el pico más alto de América, con 6.984 metros. El «caliente» fue el jueves de la semana pasada y el avión que partía desde Asturias rumbo a París volaba el pasado miércoles. Desde la capital francesa el siguiente destino era Buenos Aires, para coger rumbo, ya en el país argentino, hacia la ciudad de Mendoza. Allí, hoy viernes, pedirá el permiso que le habilite para entrar en el Parque Nacional, para dirigirse a continuación a la zona de los Orcones, casi en la frontera con Chile, en la cordillera de los Andes. Desde ahií calcula que tendrá tres días de camino hasta el campo base, denominado «Plaza de las Mulas», a donde espera llegar el próximo lunes.

El trabajo desde entonces se centrará en la aclimatación, en los diferentes campos de altura, -tres campos intermedios-, avituallándolos y cogiendo referencias alrededor de dos semanas y media.

Si esta premisa se cumpliera, sólo habría que esperar una ventana de buen tiempo para afrontar la cumbre.

Nuñez era ya muy valorado en el mundo de la escalada, el montañismo y el barranquismo en Asturias, hasta que su proeza de completar en tiempo record el «Trou de Fer», el considerado como el barranco más complicado del planeta, le otorgó un nombre a nivel internacional. Todo fue además tras sobreponerse a un accidente en Picos de Europa que no le arrebató la vida de milagro, tras desplomarse al vacío en una sima. Desde entonces, en vez de quedarse tranquilo en su empresa de turismo activo de Ribadesella, no ha parado de marcarse retos al límite de las posibilidades humanas, como queriendo agradecer esa segunda oportunidad de vivir.

Sin ir más lejos, a principios de año se proclamó en Jalisco campeón de América de barrancos. A renglón seguido se hizo en solitario el pico más alto de México, el Oriazabal, un volcán de 5.709 metros. Culminó el periplo bajando al «Sótano de las golondrinas», uno de los rapeles a simas más complicado del mundo. Se desplazó 410 metros desde la salida hasta el suelo, sin tocar pared. Lo del Aconcagua es una aventura más, de la que espera salir airoso y regresar al Principado a una semana para la Navidad.