Llegó al Club Prensa Asturiana Esperanza Puente para dar su testimonio de un aborto provocado, con tal desgarro nos narró su desesperación que en la sala no se oía ni respirar; su valentía nos impactó. ¿Por qué se vio sola cuando la procreación es cosa de dos? ¿Por qué nadie la ayudó? ¿Por qué la trataron como un animal en el matadero? ¿Por qué no se habla de ello?

Esperanza es una víctima más de esas miles de mujeres anónimas, ella da la cara con el coste emocional que eso supone, su sufrimiento intenta transformarlo en bien al sacar a la luz lo que no existe por estar silenciado.

El aborto debe ser algo extremo, debemos educar a nuestros hijos en la afectividad; la naturaleza de la sexualidad no es algo ocasional y placentero, sino algo más profundo en las relaciones humanas y los métodos anticonceptivos deberían servir para evitar situaciones no deseadas. El aborto se ha convertido en un método anticonceptivo más, tratando al cuerpo como un basurero.

El colectivo femenino no es una unidad, hay mujeres diferentes, ninguna debe ser anulada o silenciada. El ecofeminismo sería un medio para pasar del usar y tirar que existe en la sociedad a la elaboración de un modelo para el porvenir con un cambio en el estilo de vida. Esperanza forma parte del movimiento de resistencia contra el mal desarrollo, falta una movilización emocional como la que ella ha venido a traernos, estamos hartos de lo que es conveniente (sabemos que el aborto se ha convertido en un gran negocio para mucha gente) o de lo que es políticamente correcto (hacer con el cuerpo lo que queremos parece más progresista y libre cuando la realidad es que si a una mujer le falta el apoyo de la pareja, familia y la sociedad se la está discriminando si el aborto se le presenta como única salida).

Existe el síndrome post-aborto, y la salud e integridad moral de la mujer merece una atención, un equipo psicosocial y una oficina de atención a las víctimas. Sólo después de una información veraz y apoyo la mujer es libre de tomar la decisión. Las mujeres que piden el aborto libre y gratuito deberían primero pedir que se cumplan esas condiciones, porque estar en contra de la maternidad es un rechazo antinatural y convierte el aborto en una nueva esclavitud donde una sociedad culturalmente fuerte y dominante actúa sobre los más débiles, no es necesario sublimar ni subordinar a las mujeres para que se las trate como un ser humano con sus diferencias.

La única experiencia unificadora y compartida por hombre y mujer convierte la maternidad en un terreno inexplorado por la teoría feminista, cada excursión al pasado se complica con ideas falsas? territorio cercado por tabúes donde la maternidad ha pasado de ser lo trascendental en la vida de las mujeres a convertirse hoy para muchas en un motivo de tristeza. El aborto es violencia, violencia profunda y desesperada que la mujer practica, sobre todo, a sí misma. No se habla en las estadísticas de suicidios y mujeres víctimas de violencia de género que antes habían sufrido un aborto provocado. Esto merece un debate respetuoso y sincero. No se trata de heridas íntimas, sino que es parte de la herencia de nuestro género. Si en la liberación de la mujer no se incluye a las madres será un feminismo de avestruz o de escaparate.

No sé si en esta legislación tendremos una ley de libertad de conciencia, pero la verdad no se elimina con la regla de las mayorías.

Esperanza fue doblemente víctima, ante sí misma y por el silencio de la sociedad. Ella perdió su identidad y en su dolor nos da un testimonio de amor.

En la pared de un barracón de Auschwitz uno de los presos dejó escrito: «Cuando tu cuerpo ya no exista, tu espíritu estará aún vivo en el recuerdo de quienes se quedan. Haz que pueda servir de ejemplo». Esperanza recuerda a su hijo y lo vive como un duelo en el que todos aceptemos la realidad aunque no nos guste.

Elvira García García

Oviedo