Como profesional de la medicina, uno vive el día a día en el Hospital y es testigo de los nuevos avances que se registran gracias al esfuerzo de muchas y muy variadas aportaciones individuales. Y sucede en ocasiones que, aun reconociéndolos e intuyendo su relevancia, no aprecia con exactitud la dimensión y el alcance que verdaderamente tienen.

Esta consideración la he visto claramente reflejada en el caso de mi vecina Filomena Baragaño, muy útil para ilustrar una idea que, de otro modo, podría parecer simple teoría vacua. Filomena acudió a las consultas externas del servicio de cardiología del Hospital Universitario Central de Asturias (Huca). Allí, el doctor Julián Rodríguez Reguero le detectó una patología en su válvula mitral. De inmediato, el problema de salud de Filomena se convirtió en lo que se ahora se denomina «un proceso». Este término técnico requiere una breve precisión: por supuesto que Filomena Baragaño es una paciente, pero su dolencia -la patología en la válvula mitral- es un proceso que requiere un estudio multidisciplinar por parte de los profesionales que actualmente integran el área del corazón.

¿Cuál es la diferencia entre un paciente y un proceso? Antes de que existiera el área del corazón, existía una vinculación entre los distintos servicios relacionados con la enfermedad cardiaca. Los profesionales procuraban hacer las cosas bien y con la mayor celeridad posible, a base de mucho esfuerzo y dedicación por parte de los servicios de cardiología, cirugía cardiaca, anestesia (perfusionistas), cuidados intensivos y hospitalización. Pero se percibía de forma creciente que tal división por servicios establecía fronteras que frecuentemente entorpecían la atención al enfermo.

Coordinación

Desde la implantación del área del corazón, emerge como factor clave el concepto de coordinación. El coordinador, en aquel momento el doctor César Morís, actualmente director médico del Huca, es el responsable de coordinar todos los servicios mencionados. Y esta coordinación, esta acción transversal sobre un mismo enfermo, es lo que convierte a un paciente en un proceso sobre el que convergen, sin discontinuidades ni duplicidades innecesarias, todos los especialistas que pueden aportar alguna solución al caso.

Desde el punto de vista de la acción de los médicos, enfermeros, auxiliares, celadores y resto de personal, los procesos están prefijados por medio de guías clínicas y otras herramientas que acortan los tiempos de espera para los estudios sin hospitalización. Éste fue el caso de Filomena Baragaño, que vio cómo al día siguiente de su ingreso se le practicaba la oportuna intervención quirúrgica, magistralmente realizada por los cirujanos José María Valle y Juan Carlos Llosa, con la eficiente colaboración del doctor Vallina, como perfusionista, y del resto del equipo de quirófano.

De ahí pasó la paciente a la unidad de cuidados intensivos (uci), bajo la supervisión de los doctores Ponte e Iglesias Fraile. Seis horas más tarde, a Filomena ya le habían retirado la ventilación mecánica. Al día siguiente, pasó a cuidados intermedios. En ambas áreas, la labor de la enfermería tiene una importancia crucial, al igual que la colaboración de los auxiliares, los celadores y las limpiadoras. A las 72 horas, mi vecina ya estaba en la planta de cirugía cardiaca, de nuevo bajo la supervisión del doctor Llosa y la colaboración del doctor Rodríguez Reguero, a los que se sumaron los buenos oficios de la supervisora, el personal de enfermería y los auxiliares de clínica. Se le retiraron los tubos de drenaje, y, a los once días, Filomena Baragaño fue remitida a su domicilio.

Conclusión: el proceso de la paciente ha sido llevado a cabo con eficiencia y humanidad. Mi vecina confirmó mis intuiciones previas cuando me comentó, el día que la visité en su casa: «¡Qué rápido ha ido todo y qué bien y con cuánto cariño me han tratado!

Jesús Menéndez Hevia es médico del Hospital Universitario Central de Asturias (Huca)