La religión, fuera del horario lectivo. Más allá de reconocer el hecho social de la religión, respetar la Constitución de un Estado aconfesional y cumplir los pactos (pacta sunt servanda), aparecen estos sectarios «pecesbarbistas», y, como en Cataluña y Baleares, lo que buscan es quitar de en medio la religión, triturarla, aislarla, marginarla, en definitiva, destruirla y cansar, en grado extremo y hasta el infarto, a los muy dignos profesores de Religión.

Los profesores de Religión con el mayor interés y navegando contra corriente -me consta, 30 años estuve en ello- intentan en sus clases prestigiar la razón, la libertad, la lucidez, contando con la fe, y lo hacen con el ánimo de que sus alumnos sean dueños de sí, vean las cosas como son y si en alguna ocasión pierden el «yo», sepan y sean capaces de rectificar, recuperar y volver al «sí mismo», dejándose guiar por la racionalidad. La vida humana no es posible más que mediante el uso de la razón en su función de interpretar la realidad. En este ejercicio de la razón, al que para nada -como se dice ahora- estorba la fe, se desea que los alumnos no caigan en el error, no renuncien a lo más humano, no huyan, no sean cobardes, no se deslicen hasta el envilecimiento, y tengan cuidado con todo tipo de estupefacientes -palabra de la misma raíz que estupidez-, también de ésa, tan de moda y que tanto promueven los politicastros de turno, cual es vaciar la cabeza de los adolescentes y votantes en general para que así funcionen mejor la mentira, la demagogia, el populismo, e ir de esta manera a la búsqueda y consecución torticera del voto. El ¡atrévete a pensar! clásico lo cambian por el «vótame, que ya pensaré yo por ti». Así nos va y nos va a ir.

Los profesores de Religión quieren, en igualdad de condiciones y sin discriminaciones de ningún tipo -ni de horario ni otras-, sin privilegios pero también sin marginaciones humillantes, seguir proponiendo, no imponiendo (piénsese en la llamada Educación para la Ciudadanía) en sus clases lo bueno, lo bello, lo interesante, lo atractivo, lo verdadero; invitando siempre, no imponiendo totalitariamente, a huir de la zafiedad, del tedio, del aburrimiento, de la ausencia de proyecto, de la evasión, de la indiferencia, del «nada importa», del «todo da lo mismo». Es una invitación positiva a descubrir el «sentido» del mundo y de la vida, a organizar coherentemente sus propios sentimientos y valores, a abrirse a la comunicación con los demás, a ser personas libres y responsables, preparadas para la crítica serena, honrada y objetiva; en definitiva, a ser personas rectas y bien intencionadas. Todo esto y más irá fuera de horario hasta que desaparezca.

Permítaseme, para terminar, una pregunta: ¿qué hará ahora el obispo Osoro? ¿Seguirá diciendo que las relaciones con el Principado son excelentes y exportables como «modelo relacional y de concordia» a otros lugares del país? Entonces habrá que concluir que de su paso por Orense le quedó infiltrado aquello de aquel gallego de «si mean por mí, diré que está lloviendo». Servil y rastrera manera de callar ante el poder para seguir ninguneando a los iguales -por cierto, ¿qué es de don Raúl?- y recomendando obediencia en lugar de hablar con ellos a los «treinta» que le invitan a repensar su forma de gobierno.

Benigno García García

Valdepares (El Franco)