Se cumplen doscientos años de la guerra de la Independencia. Muchos españoles recordamos gratamente lo aprendido de niños. Grandísimos sacrificios, guerra, hambre y miseria durante seis años (1808-1814) que aquellos heroicos compatriotas (Daoiz, Velarde, Agustina, etcétera) nos legaron en pro de la libertad de un pueblo y sus gentes. El enemigo lo tenían en casa. Sus autoridades condescendieron con los «afrancesados» y engañaron al pueblo. Pese a sus políticos, se reaccionó con una base y espíritu común: su patria y su religión.

Y la pregunta es: ¿Qué espíritu, sea o no religioso, o grito de libertad, unifica a los españoles de hoy??, ¿qué tipo de valores les anima al verdadero deseo de libertad??, ¿será el «vegetar», llegar a un mínimo de fondo y forma en ciudadanos acríticos, «borreguitos y progres»? ¿Se buscan hoy ministros incapaces de hacer la mínima sombra, como vemos, al «cesarín» que los nombra? ¿Será el «minimalismo ético» que su gobierno les propone en la educación para la ciudadanía?

Entonces el enemigo interno tenían nombres concretos, el rey «felón» y traidor Fernando VII, Pepe Botella, Godoy, etcétera. Sin embargo, a pesar de los documentos de aquella época y de las Cortes de Cádiz, ZP y sus «progrescritores» presentan a la población, victimaria de la Logse, una distorsión total de aquel evento. Llegan a decir que la historia de España se inicia ahí, olvidando a la España romana y visigoda. Y vuelven a mentir (y se comprueba con documentos de la época) al decir que fue una rebelión liberal, y que vascos y catalanes lucharon por su cuenta contra el invasor francés. Precisamente en esas mentiras tiene nuestro enemigo interior una de sus claves: la farsa Zapatero-nacionalista capaz de romper, una vez más, a la sufrida nación española.

Pero la historia se repite. Poco a poco, en el «monolito» de los hechos diarios, vemos inscribirse nombres, gentes como Zapatero (no nos choca que regale un libro sobre sus «admirados afrancesados» a ciertos periodistas) intentando recortar esquinas de libertad que le son incómodas. Ahora «fiscaliza» en Madrid la posible eliminación de la asistencia religiosa en los hospitales. ¡Dónde irá el buey que no are! ¡Pero, oye cesarín! (como diría un paisano que se las sabe todas), ¿me vas a prohibir comulgar y bien morir según mis convicciones, para que luego me «eutanasie» el doctor Montes de turno y, en «eso de la ciudadanía» obligues a mis nietos a «comulgar con ruedas de molino»? ¡Pero hombre? que te quieres cargar, una vez más, la Constitución (artículo 16.3) sobre cooperación con las religiones y la Iglesia católica!

Y lo grave es que a este nuevo régimen se suman, como sin hacer ruido, lo que algunos ya llaman con sorna «ministros de la oposición», Rajoy, Soraya y algunos «compinches». Ahí tenemos al gobierno de la Rioja del PP, no reconociendo la objeción de conciencia. Dicen que «sería la negación misma de la idea de Estado». ¿También en el PP desconocen el artículo 16.1 de la Constitución y las sentencias del TC de 15/1982 y 53/1985 sobre la libertad ideológica y religiosa? En fin, a partidos «clientelistas y simpáticos» opondremos ciudadanos aguerridos que no toleran recortes en la libertad de los hijos de Dios e igualdad ante la ley.

Cosme Ruiz

Gijón