Uno de los objetivos de la enseñanza es formar y promover en los jóvenes la realización de actividad física de forma regular en el tiempo libre que permanezca en la edad adulta y vincular ésta a la adopción de hábitos de ejercicio físico que incidan positivamente sobre la salud y la calidad de vida.

Obesidad y sobrepeso son graves problemas que tienen una gran repercusión en el desarrollo psicológico y en la adaptación social de los niños. Hay decisiones que deben ser tomadas en la Administración, como el aumento (y no la disminución) del número de horas de Educación Física, y fijarse en otros países que han pasado por lo que actualmente pasamos, como EE UU, donde la promoción de la actividad física ha sido reconocida como una cuestión de salud pública.

En una clase de 55 minutos los alumnos deben llegar a la instalación, cambiarse, atender a las explicaciones, realizar la actividad física, ducharse (si lo hacen) y volver al aula correspondiente, así es realmente complicado crear un hábito de ejercicio físico. Debemos lograr un cambio de hábitos prolongable en el tiempo, para lo cual la modificación de la conducta y la colaboración con la familia son fundamentales, y darnos cuenta de una vez que para la mayoría de las personas los valores, las percepciones y los hábitos de comportamiento formados en la niñez y la adolescencia tienen una influencia decisiva en su estilo de vida.

Cuando no hay lugares seguros y accesibles para que los niños jueguen o los adultos caminen; cuando los comedores o las cafeterías escolares no proporcionan opciones sanas para alimentarse; cuando no requerimos la Educación Física en nuestros centros de enseñanza; todo ello es responsabilidad de la comunidad.

Eduardo Peláez Botas,

licenciado INEF, profesor de Educación Física del

IES Galileo Galilei

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