Todos los días nos encontramos en la prensa con personas cuya conducta en su vida privada y pública desmiente la defensa de las grandes causas que alegan realizar (derechos humanos, ecología, protección del débil frente al fuerte...). Uno de los últimos casos es el del escritor Luis Sepúlveda, quien, después de manifestar públicamente en un artículo lo mal que le había parecido que en un restaurante italiano le hubiesen mandado a fumar a la calle (en Italia está prohibido fumar en los establecimientos de hostelería), nos sorprende con un Salón del Libro Iberoamericano dedicado a «Literatura y medio ambiente», para mostrar el compromiso de los escritores con la defensa del medio ambiente. O sea, como si ese individuo al que pillaron a 260 kilómetros/hora diese una conferencia sobre la prudencia en la carretera o «El Pocero» sobre la honradez de los empresarios de la construcción. Porque si hablamos de medio ambiente hay que hablar de contaminación y de cómo ésta también se produce en los espacios cerrados de todo tipo (el último informe de la UE destaca que determinados elementos, como los que produce el humo del tabaco, son muchísimo más peligrosos para la salud en los espacios cerrados que en los abiertos, como ya lo habían probado las mediciones de micropartículas cancerígenas en una zona de mucho tráfico y en un bar de fumadores: hasta 60 veces más en el bar). Como además resulta que entre las personas del «mundo de la cultura» no sólo se da un alto porcentaje de fumadores sino que encima suelen utilizar sus recursos intelectuales para justificar lo que hoy día ya no sólo es un acto de falta de educación y de respeto a los demás, cuando el humo cancerígeno afecta a otras personas, sino una clara agresión a la salud de otras personas (por afectar a sistemas tan fundamentales como el respiratorio y el cardiovascular), aún es mayor la sorpresa por la elección del señor Sepúlveda. Claro que, después de ver que en las últimas elecciones se presentaba para presidente un señor a quien sus propios compañeros de partido denuncian porque se pone a fumar puros en el coche y no les deja ni bajar las ventanillas y al que su propia esposa le dio a elegir entre el tabaco o ella, tampoco deberíamos sorprendernos demasiado.

José Luis Relancio Menéndez

Gijón